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¿IMPEDIRÁ CHINA UN NUEVO "EQUILIBRIO GLOBAL"?

¿IMPEDIRÁ CHINA UN NUEVO "EQUILIBRIO GLOBAL"?

La idea de lograr un "nuevo equilibrio" en la economía es simple. Antes de la crisis financiera, algunos países avanzados (guiados por Estados Unidos)…

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   Ambos se compensan mutuamente. Los grandes
gastadores incurren en grandes déficits comerciales y los grandes ahorristas
cuentan con enormes excedentes comerciales. Ahora, la crisis financiera ha
reducido el gasto excesivo. Si los grandes ahorristas no aumentan sus propios
gastos, la economía mundial enfrentará un crecimiento lento prolongado. Los
diversos países podrían luchar por porciones de esa débil demanda maniobrando
con tasas de cambio, subsidios y aranceles.

        Es
una fórmula que llevará a luchas económicas, ya se las llame "guerras de
monedas", proteccionismo o nacionalismo económico. Mientras los países ricos
luchan contra un obcecado desempleo (9,6 por ciento en Estados Unidos, 10,1 por
ciento en Francia, 20,5 por ciento en España), será más difícil resistir
políticas que favorecen a trabajadores y empresas locales, especialmente si
otros países están haciendo lo mismo. Evitar este futuro es la cuestión central
para los líderes de los países del G-20 cuando se reúnan esta semana en Seúl,
Corea del Sur.

            En
la práctica, el asunto podría reducirse a lo siguiente: ¿Cambiará China?

            La
segunda economía del mundo por su tamaño ha practicado políticas descaradamente
mercantilistas (es decir, discriminatorias) durante años. Los enormes
excedentes comerciales resultantes fortalecieron el crecimiento del empleo y
mientras gran parte del mundo disfrutó de un auge, fueron tolerados. En 2007,
el excedente de cuenta corriente de China (principalmente comercial) representó
el 11 por ciento de su economía (producto bruto interno). Pero a medida que
China ha ascendido en la cadena de valor —de juguetes a equipos electrónicos— y
a medida que la economía mundial se ha debilitado, sus excedentes se han
convertido en una amenaza más seria para un número mayor de países.  

            Como
Japón anteriormente, China adoptó un modelo económico impulsado por las
inversiones y las exportaciones, explica el economista Eswar Prasad de Cornell
University. Los fabricantes reciben tierras y energía subsidiadas; la tasa de
cambio del renminbi está controlada y se la mantiene deprimida, lo que hace que
las exportaciones de China sean más competitivas en los mercados mundiales y
las importaciones a China más costosas. Las tasas de préstamo de los bancos,
reguladas por el gobierno, también se mantienen bajas para que las empresas
puedan obtener préstamos poco costosos.

            El
resultado ha sido una industrialización rápida, aunque desigual. El crecimiento
económico ha promediado alrededor de un 10 por ciento anual durante varias
décadas. Al modernizarse, China cerró o redujo muchas empresas ineficientes
propiedad del estado; la pérdida de empleo fue importante, 43 millones de
puestos entre 1997 y 2004, expresa el Banco Mundial. Uno de los atractivos de
las nuevas empresas orientadas a la exportación era reemplazar esos puestos de
trabajo.

            En
muchas maneras, la sofisticada administración económica de China es admirable.
Las periódicas advertencias de que el reventón de la "burbuja" de los bienes
raíces desencadenará una gran depresión (hasta el momento) han probado ser
huecas. Cuando los precios de la vivienda se elevan demasiado, señala el
economista Nicholas Lardy del Peterson Institute, el gobierno eleva las tasas
de interés, los requisitos del pago inicial y los impuestos para los
especuladores (compradores de una segunda, tercera, o de más propiedades). "Eso
permite que el aire salga de la burbuja", dice. Los precios de la vivienda se
moderan o caen. En forma similar, China modifica su tasa de cambio para
sostener un crecimiento económico rápido regulando la demanda de sus
exportaciones.

            Pero
ahora este modelo está encontrando límites políticos y económicos. No sólo a
los norteamericanos les afecta la injusta ventaja de las exportaciones de una moneda
subvaluada; los europeos, japoneses, mexicanos y otros países también están
descontentos. Aunque nadie ha impuesto aún severas restricciones a las
importaciones, esa posibilidad ya no es impensable. Mientras tanto, los
elevados ahorros de China frustran los gastos internos. En Estados Unidos, el
ahorro nacional bruto representa alrededor del 15 por ciento del PBI; en China,
es alrededor del 50 por ciento. Los ahorros normalmente se utilizan para
fábricas, maquinaria y oficinas nuevas. Pero las necesidades internas de China
no son suficientemente cuantiosas para absorber todos esos ahorros.

            Ése
es el motivo por el que necesita más gastos del consumidor, para no tener que
exportar más a fin de compensar la falta de demanda interna. Los economistas
Lardy y Prasad han defendido durante largo tiempo medidas para incrementar los
ingresos y los gastos familiares en China: una red de protección más generosa
para limitar los ahorros destinados a emergencias de salud y a la vejez; tasas
de interés de depósitos bancarios más elevadas para que los consumidores ganen
más en sus cuentas; requisitos de que las empresas paguen los dividendos y no
reinviertan la mayoría de las ganancias retenidas.

            Los
chinos saben todo esto. Hasta coinciden con el objetivo de estimular los gastos
de consumo y están tratando de hacerlo. Pero hasta que lo logren, no
abandonarán la muleta de la tasa de cambio subvaluada. "No trabajen en
presionarnos con respecto a la tasa del renminbi", advirtió recientemente el
primer ministro Wen Jiabao. Los exportadores cerrarían; los trabajadores
perderían sus puestos. "Si China viera tumultos sociales y económicos, sería un
desastre para el mundo". Los trabajadores desempleados en otras partes podrían
encontrar este argumento poco persuasivo.

            Si
China se resiste al nuevo equilibrio global, éste no se producirá,
independientemente de lo que prometa el comunicado de esta semana de Seúl. Los
presagios no indican nada bueno. Estados Unidos ha permitido que el dólar se
deprecie para reducir su déficit comercial. Como el renminbi está atado al
dólar, la depreciación en realidad mejora la competitividad de exportación de
China contra ciertos países. Todo esto parece ser menos un nuevo equilibrio que
una reyerta —entre China, Estados Unidos y otros— para conseguir una ventaja
competitiva.

(c)
2010, Washington Post Writers Group