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Ted Trump o Donald Cruz caricatura por DonkeyHotey, Flickr, CC BY-SA 2.0
Ted Trump o Donald Cruz caricatura por DonkeyHotey, Flickr, CC BY-SA 2.0

Para el GOP la opción es entre un payaso y un inquisidor

Verse obligado a decidir entre Ziggy, el Payaso Malévolo y Torquemada, el Gran Inquisidor. A eso es a lo que ha llegado el partido Republicano.

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Verse obligado a decidir entre Ziggy, el Payaso Malévolo y Torquemada, el Gran Inquisidor. A eso es a lo que ha llegado el partido Republicano.
O como dijera el senador Lindsey Graham (R) en febrero, cuando todavía apoyaba a Jeb Bush, tener que escoger el candidato presidencial republicano entre Donald Trump y Ted Cruz es como escoger entre “que te den un tiro o te envenenen”.
Pero las cosas han cambiado. El senador de Carolina del Sur, quien abandonó la carrera en diciembre tras una campaña desastrosa, parece haber escogido la muerte por envenenamiento después de todo. Sí, aunque con notable falta de entusiasmo, Graham ahora apoya al senador de Texas.
El partido Republicano tiene que estar muy desesperado para que sus líderes tradicionales –gente como Graham que en realidad no son muy distintos a Trump o Cruz--, muertos de miedo por la posibilidad de que el arrogante multimillonario sea el abanderado del partido, busquen la salvación en un personaje odioso como Cruz. El remedio, sin embargo, puede ser peor que la enfermedad.
El senador por Texas, un fanático religioso hijo de inmigrantes que cree en las deportaciones masivas y los bombardeos indiscriminados, no es precisamente de las personas que se dan a querer.
Escuchar a Graham hablar es darse cuenta de que el establishment republicano ha tenido que taparse la nariz para apoyar a Cruz. Según él, los otros senadores “les tienen miedo a los votantes de Trump y odian a Cruz”. No obstante, piensan que no tienen otra alternativa que respaldar al insufrible senador por Texas.
El plan es, por supuesto, impedir que Trump llegue a la convención nacional republicana a celebrarse en julio en Cleveland, con los 1,237 delegados necesarios para la nominación, lo cual parece posible tras la victoria aplastante de Cruz la semana pasada en Wisconsin. Si sucediera, el candidato presidencial se escogería en una convención abierta, y aunque Trump tuviera la mayor cantidad de delegados, no sería necesariamente el escogido.
Claro que cuando el circo llegue a Nueva York el 19 de abril, el Payaso le pateará el trasero al Inquisidor desde el Bronx hasta Manhattan y desde Queens hasta Brooklyn pasando por Staten Island.  Y no es que Trump les caiga tan bien a los neoyorquinos, sino que los comentarios despectivos del senador canadiense sobre los “valores de Nueva York” le han ganado el odio eterno de la gente de esa ciudad.
Trump, quien ha alentado la violencia contra sus opositores en muchas de sus apariciones de campaña, ha advertido de disturbios si no es nominado, garantizando prácticamente que una convención abierta sería caótica y divisiva.
Las probabilidades de que un republicano llegue a la Casa Blanca son escasas, sin importar quién sea el candidato. Como muestran las encuestas, el odio, el racismo, las mentiras, los planes absurdos y la falta de respeto por el pueblo, les han ganado a Trump y Cruz el desprecio de hispanos, negros, mujeres e inmigrantes. Y sin su voto el partido Republicano puede decir adiós a sus sueños de llegar a Washington. Lo cual es una gran noticia.
Porque ¿quién podría querer que Ziggy, el Payaso Malévolo o Torquemada, el Gran Inquisidor fuera el próximo presidente de los Estados Unidos?

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