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El Partido Republicano no da pie con bola

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San Diego--  Pues ahora sabemos que, cuando el tema es la inmigración, los republicanos no aceptan bromas.

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   Vean
si no, lo que ocurrió con el foso. Durante su discurso sobre la inmigración en
El Paso, el presidente Obama afirmó que su gobierno ha respondido a las
inquietudes de los que quieren una seguridad mayor en las fronteras.

            "Querían
más agentes en la frontera", expresó Obama. "Querían una cerca. ... Pero aunque
hemos respondido a estas inquietudes, debo decir que sospecho que aún va a
haber algunos que estén tratando de cambiar las reglas de juego una vez más.
... Quizás ahora necesitan un foso. Quizás quieren caimanes en el foso".

            Esa
fue la frase que captó la atención de muchos comentaristas conservadores de los
programas de radio y televisión de cable. Les ofendió que Obama trivializara el
tema de la seguridad de las fronteras hablando de fosos y caimanes.

            El
presidente no fue el primero en utilizar esa broma. Hace años, escuché al
cómico George López retar a los restriccionistas a que cavaran un foso en la
frontera EE.UU.-México y lo llenaran de caimanes. En dos semanas, dijo López,
tendríamos gente vendiendo billeteras y cinturones.

            No
comprendo por qué los republicanos se hicieron tanto problema con la broma de
los caimanes. Todo su enfoque del asunto de la inmigración es una broma.
Mientras los demócratas no son serios en su compromiso con la reforma
migratoria, muchos republicanos no son ni siquiera capaces de sostener una
discusión seria sobre el asunto.

            Sus
argumentos no tienen sentido. Primero hacen demagogia con los nacionalistas
dentro de su partido cuando nos dicen que un país como México es un lugar
oscuro y disfuncional. Acto seguido, nos dicen que, si creamos un entorno
hostil de este lado de la frontera, los inmigrantes ilegales se
"auto-deportarán" a ese lugar oscuro y disfuncional.

            Qué
lástima que éste no sea el Partido Republicano de nuestros padres, que vio
problemas y ofreció soluciones en lugar de frases pegadizas. En un debate
presidencial del Partido Republicano, en 1980, Ronald Reagan y George H.W. Bush
coincidieron sobre la necesidad de proporcionar una "amnistía" a los
inmigrantes ilegales. Y, cuando Reagan salió electo presidente, eso fue lo que
hizo para más de 3 millones de indocumentados cuando firmó la Ley de Reforma y
Control de la Inmigración de 1986(IRCA, siglas en inglés). El principal
patrocinador de esa ley histórica fue otro republicano, el senador Alan
Simpson, de Wyoming.

            A
los restriccionistas de la inmigración les gusta decir que IRCA fracasó porque
no detuvo la inmigración ilegal. Lo que los críticos no dicen es que sólo hay
un motivo por el que los inmigrantes ilegales siguen viniendo a los Estados
Unidos: los empleadores estadounidenses —más notablemente, las familias
estadounidenses abrumadas de horarios y carentes de personal— siguieron
contratándolos.

            Y
cuando el Congreso tuvo la oportunidad de hacer algo al respecto, el Partido
Republicano se negó. En 1996, el representante Lamar Smith, republicano por
Texas, propuso la "Ley para la reforma de la inmigración ilegal y la
responsabilidad del inmigrante", una legislación draconiana que facilitó la
deportación de inmigrantes ilegales y dificultó el reingreso legal al país. La
ley tenía por objeto la "exclusiva imposición de la ley". Pero como no indicó
penalizaciones contra los empleadores que contratan inmigrantes ilegales, fue
más bien una "imposición de la ley lite". No es de sorprender que los
inmigrantes ilegales siguieran viniendo porque —esperen— los empleadores
continuaron contratándolos.

            A
los republicanos les encanta hablar sobre proteger la frontera, deportar
inmigrantes ilegales, alentar a los inmigrantes legales a aprender inglés y a
asimilarse, etc. Pero cuando se trata de detener al imán de la inmigración
ilegal imponiendo enérgicas medidas contra los empleadores, se suavizan. Esto
podría tener que ver con las contribuciones a las campañas y el origen de las
mismas, y con el viejo dicho sobre no morder la mano que te da de comer.

            Ahora,
Obama ha tendido una trampa a los republicanos al reabrir el debate de la
inmigración. Pero nadie dice que el Partido Republicano tenga que caer en ella.
Los republicanos no pueden evitar el debate, pero pueden dejar de ser el
blanco, evitando los seis errores que siempre cometen cuando se trata de la
inmigración: proponer soluciones simples para un problema complejo; encarar el
debate como una batalla entre "nosotros" y "ellos", y colocar a los latinos en
el campo de "ellos"; hacer demagogia con los racistas y nativistas para incitar
a la base; negarse a admitir que la mayoría de los estadounidenses no realizan
los trabajos que realizan los inmigrantes ilegales; pensar que pueden detener
la inmigración ilegal sólo con cercas y más agentes de la patrulla fronteriza;
y distraerse con "historias laterales" como declarar el inglés como idioma
nacional o anular la 14° Enmienda, negando la ciudadanía a los hijos de
inmigrantes ilegales, nacidos en Estados Unidos.

            Listos
o no, estamos a punto de re-iniciar la batalla de la inmigración. Es hora de
que los republicanos actúen con seriedad.   

© 2011, The Washington Post
Writers Group