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El presidente Barack Obama y el comediante Joel McHale comparten una carcajada durante el banquete anual de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca en Washington D.C. EFE
El presidente Barack Obama y el comediante Joel McHale comparten una carcajada durante el banquete anual de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca en Washington D.C. EFE

El banquete de la Casa Blanca con la prensa visto por nosotros

Mi esposa y yo estuvimos viendo esta semana, no en la televisión, sino en la conveniente pantalla de YouTube, gratis y "on demand", las peculiaridades del Banquete de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, que se lleva a cabo cada año el cuarto sábado de abril. 

El discurso del presidente ha obtenido más de 1,5 millones de "vistas" en tan solo dos días, mientras que el comediante estrella Joe McHale ha obtenido 500 mil. Así de popular se ha convertido este evento en el canal por internet.

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Mi esposa y yo estuvimos viendo esta semana, no en la televisión, sino en la conveniente pantalla de YouTube, gratis y "on demand", las peculiaridades del Banquete de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, que se lleva a cabo cada año el cuarto sábado de abril. 

El discurso del presidente ha obtenido más de 1,5 millones de "vistas" en tan solo dos días, mientras que el comediante estrella Joe McHale ha obtenido 500 mil. Así de popular se ha convertido este evento en el canal por internet.

En realidad, esta es una tradición de 90 años, que comenzó en 1920, cuando Woodrow Wilson era nuestro presidente. 

No es de sorprender que las mujeres fueron mantenidas fuera del mismo hasta 1962, cuando la legendaria Helen Thomas instó al entonces presidente John F. Kennedy a no asistir a menos que la asociación permitiera a mujeres como ella, que ya habían sido admitidas como miembros, a asistir también a la cena con el presidente. ¿Cuál era el problema, después de todo?

La tradición fue enriquecida desde entonces con la presencia de docenas de mujeres reporteras que trabajaban en múltiples medios de noticias en la capital de la nación en la década de los sesenta. 

Mucha crítica ha enfrentado esta tradición anual, recientemente de manera creciente debido a la indebida 'camaradería' entre el gobierno y la prensa que, se supone, debe vigilarlo, y por el espectáculo al estilo de Hollywood en que se ha convertido este banquete al que las celebridades asisten para "ver y ser vistas". 

"Una cristalización de las fallas de la prensa en la era post 9/11", escribió el columnista Frank Rich, del New York Times, preocupado por lo que considera es una "Casa Blanca motivada por la propaganda", que puede enlistar a la prensa de Washington como parte de su show.  

Mi esposa y yo, sin embargo, lo vemos desde una perspectiva diferente. 

Como inmigrantes de América Latina, en donde los bufones no la tienen fácil con aquellos en poder, vemos la crucificación del presidente y otros poderosos líderes políticos   en este banquete anual como un símbolo de la salud del experimento democrático en Norteamérica.   

Nos regocijamos del hecho de que esta crítica,  pública y mordaz, de los políticos, sucede para que toda la nación la vea, sin que nadie se tome este humor tan en serio como para vengarse de los maestros de este divino don. 

Como dijo el el comediante Joel McHale —escogido este año por encima de otros humoristas mucho más brillantes como George López— él pudo decir las cosas que dijo del presidente Obama, o del gobernador Chris Christie de Nueva Jersey, sin temor de ser "enviado a Gulag" por los mismos hombres cuyas deficiencias desataron carcajadas.

El presidente, siempre dispuesto a burlarse de sí mismo,  adelantándose a los golpes del comediante que le seguiría en el podio, no le quedó opción más que reírse de sí mismo ante cada chiste que le lanzaron en la televisión en vivo. 

El gobernador Christie, por su parte, se vio forzado a escuchar pacientemente mientras  el comediante lo hizo trizas sin piedad, y ridiculizó su sobrepeso tanto como sus aspiraciones de ser presidente de EE.UU. luego del gran escándalo del cierre del puente.

Cuando el comediante Stephen Colbert se burló del presidente George W. Bush, hace siete años, y expandió su humor cáustico a la misma prensa de Washington, las sonrisas se evaporaron por un momento, y se podía escuchar el insoportable silencio en el salón. 

El se burló no solo del presidente —y claramente hizo que el señor y la señora Bush se sintieran obviamente incómodos ante su humor extremo— sino que también despedazó a la prensa nacional ahí reunida, llamando a sus representantes más respetados, no escritores sino estenógrafos escribiendo la versión de la realidad de la Casa Blanca —y se salió con la suya. 

Imaginen eso sucediendo en otros países en el hemisferio, particularmente en aquellos en que los periodistas aún son encarcelados, o los comediantes son incluso asesinados, por atreverse a cumplir su responsabilidad de hacer que el país vuelva a su sentido social a través de la necesaria catarsis del buen humor.  

(*) Hernán Guaracao es el fundador y presidente de la Fundación AL DÍA, y fundador y CEO de AL DÍA News Media, la principal organización Latina de noticias en Filadelfia por más de 20 años.
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