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¿Cuándo se volverá justa la vida?

Clinton y Obama están sumergidos en una lucha hasta al muerte, atacándose constantemente entre ellos.  Mientras tanto, McCain ávidamente recolecta municiones…

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Clinton y Obama están sumergidos en una lucha hasta al muerte,
atacándose constantemente entre ellos.  Mientras tanto, McCain
ávidamente recolecta municiones con las que podrá apuntarle a quien
llegue a ganar, si es que siquiera podemos hacer uso de la palabra
"ganar" cuando se trata de la nominación demócrata.  Según lo indicado
por los encuestadores, el voto de los afroamericanos, durmiente y
bastante inactivo hasta este año electoral, ha despertado y adopta con
afán a Obama, quien personifica a la promesa estadounidense—cualquier
persona, sin importar raza o género, puede convertirse en nuestro
próximo presidente, siempre y cuando esa persona haya nacido en los
EE.UU. (los ciudadanos nacionalizados no pueden ser presidente):  En
las calles se rumora que este grupo de Obama no se presentará en las
urnas si su candidato no recibe la aprobación presidencial demócrata. 
En el otro lado de la calle, los partidarios de Clinton amenazan con
votar por McCain si su candidato no recibe la aprobación.

Ante
este telón de fondo encontramos a Mark y a muchos otros como él.  Mark
es un obrero de construcción de 25 años de edad. Su inglés es
impecable, como debe ser, ya que ha estado en el país desde los 7 años
de edad, más de 18 años, y tiene un "aspecto" estadounidense.  Sin
embargo, en cuestiones de su situación de inmigración, está lejos de
ser estadounidense; es un inmigrante ilegal.  La madre de Mark, de
descendencia camboyana, lo trajo a los EE.UU. cuando era niño.  Si
padre, de descendencia japonesa, conoció a su madre mientras trabajaba
en Camboya y se la llevó a los Emiratos Árabes Unidos, donde nació
Mark.  Mark no habla japonés ni árabe, tan sólo un poco de camboyano y,
por supuesto, inglés.

Mark fue uno de los mejores estudiante
hasta 9o grado, cuando en su escuela pública continuamente le pedían un
número de seguro social para que pudiera tomar el examen SAT.  Mark no
sabía qué responder ya que sabía que estaba ilegalmente en el país y no
podía dar un número de seguro social.  Confundido, molesto y
preocupado, Mark hizo lo único que pudo: abandonó los estudios.

Hoy,
Mark está sentado en mi oficina con la esperanza que yo pueda ofrecerle
un boleto para alcanzar la seguridad: la promesa de un permiso de
trabajo (green card).  Después de todo, su madre es ahora un residente
legal permanente, que pronto será ciudadana estadounidense y puede, en
estos momentos, presentar una solicitud de visa de inmigrante para él
(con un período de espera de entre 4 y 7 años).  Sus tres hermanos
también son ciudadanos estadounidenses y también pueden presentar
solicitudes de visa de inmigrante para él (con un período de espera de
14 años).  Sin embargo, ninguna solicitud para Mark fue presentada en o
antes de la mágica fecha del 30 de abril de 2001, haciendo que Mark
fuera apto para una visa 245i.  Aún si Mark tiene paciencia y espera su
turno para que llegue el momento en que las solicitudes a favor de él
sean atendidas, no podrá obtener su permiso de trabajo dentro de los
EE.UU. y tendrá que salir del país, presentar una solicitud en la
embajada de los EE.UU. en Camboya, y buscar una medida de exención a la
restricción de 10 años –la restricción que aplica porque él ha estado
ilegalmente en los EE.UU. durante más de 1 año.

No importa que
Mark, a los 7 años de edad, no tuvo participación o elección alguna en
"su" decisión de entrar a los EE.UU. y exceder su estadía, hace más de
18 años, y hoy está siendo castigado por su no elección.  No importa
que Mark paga impuestos religiosamente con su ITIN – su número de
identificación tributaria--, que nunca ha estado en problemas y que es
precisamente la clase de vecino que usted y yo quisiéramos tener.  Lo
que importa es que está aquí ilegalmente, sin ningún recurso inmediato
o a toda prueba bajo las leyes de inmigración.  Su empleador, quien lo
necesita urgentemente y quiere patrocinarlo, aún a sabiendas que al
hacerlo asumirá una gran obligación, no puede ser nada para ayudarlo.

Por
lo tanto, conforme Clinton, Obama y McCain se atacan entre sí, les
pregunto:  ¿Qué hay de las personas como Mark y otros como él?  ¿Qué
haremos nosotros, los Estados Unidos de América, un país que alguna vez
fue conocido por ser una nación muy humanitaria, para ayudar a Mark? 
Mark y yo, sumergidos en el silencio, esperamos las respuestas de los
candidatos y que la vida se vuelva justa.

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