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El dreamer que se atrevió a soñar

El próximo 14 de mayo el estudiante de UPenn Alfredo Muniz, galardonado recientemente con el prestigioso President’s Innovation Prize, recibirá oficialmente su…

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Corría octubre de 2011 cuando un grupo de unas cincuenta personas — muchas de ellas indocumentadas — marcharon por varias cuadras de Market Street exigiendo la aprobación del DREAM Act, y el fin de las deportaciones injustas.

Una de esas personas indocumentadas que pateó el asfalto de Filadelfia en aquella protesta fue Alfredo Muniz, mexicano de nacimiento, quien recién comenzaba a estudiar en la Universidad de Pensilvania (UPenn). En aquella época, dijo a la prensa que las historias de sus compañeros indocumentados lo conmovieron hasta las lágrimas.

Sin embargo, la historia de este brillante estudiante de 23 años, galardonado recientemente con el prestigioso President’s Innovation Prize por su trabajo en pro de los pacientes con párkinson, no está libre de drama.

En febrero de 1994, Alfredo Muniz padre —oriundo del estado mexicano de Colima—  cruzó la frontera hacia los Estados Unidos. Lo siguieron su esposa y Alfredo Muniz hijo, en aquel entonces un bebé de un año de edad.

La familia se estableció en Houston, Texas, donde Muniz padre consiguió su primer trabajo desentrañando repuestos de autos desvencijados en un depósito de chatarra. Allí aprendió, por su propia cuenta, cómo remover e instalar parabrisas.

Hoy, Muniz padre es dueño de una cristalería de autos.

“Siempre he admirado a mi  papá porque, a pesar de que no tuvo mayor educación, siempre se preocupó por aprender y educarse a sí mismo”, dice Muniz hijo, sentado cómodamente en un sillón, con el rostro sereno.

Por la calma de sus palabras y la sencillez de su verbo, es fácil olvidar que se está conversando con un joven a punto de recibir su título de maestría en Ingeniería y Ciencias Aplicadas, que cursó de forma paralela a su título de Ingeniería en solo cinco años.

Sin embargo, es evidente — a leguas — que Muniz es un apasionado de la academia. Tendría que serlo, pues la universidad le ofreció una beca completa para su formación, basándose en su destacado rendimiento en la Secundaria para las Profesiones de la Salud, donde estudió, y la fascinante historia de superación que marca el ritmo de su narrativa personal.

“La primera vez que me di cuenta que era indocumentado fue en la secundaria. Houston es una ciudad en la que se debe conducir para trasladarse. Mi familia era pobre y, no solo era imposible que costeáramos un auto, sino que no podía tener ni licencia”, recuerda.

La muralla entre Alfredo y sus sueños solo crecía. “Primero, me enfrenté a mi propia mentalidad. Mis padres no alcanzaron ni la educación media, por eso no supieron guiarme por el camino académico. Además, nunca tuve acceso a una computadora hasta que llegué a ‘high school’”.

Y entonces llegó el día que los padres de Muniz le dieron una dosis cruda de verdad: le confesaron que no podría ir a la universidad tras graduarse de ‘high school’. “Y en ese momento hasta tenía sentido. Si no se suponía que tenía que estar en este país, ¿por qué me permitirían asistir a la universidad?”.

No obstante, una esperanza latía en el panorama político. El DREAM Act empezaba a ser discutido con más seriedad en la esfera política.
Sade Oba — su compañera de estudios en ‘high school’ — fue esencial para impulsar a Alfredo a pedir una beca en Penn. El dúo fortaleció sus vínculos en los pasillos de la universidad, culminando su carrera con el desarrollo en conjunto de XEED, el proyecto que les haría merecedores del reconocimiento 2016 President’s Innovation Prize.

“La idea nació como parte de nuestro proyecto de diseño. Al principio pensamos en crear un robot que controlara las luces y temperaturas de un ambiente, y que fuese controlable a través de una aplicación,” explica Muniz.

Sin embargo, las respuestas  a la idea no fueron favorables. Tras unas pasantías con PHC Lime Lab — una firma de diseño que trabaja para compañías como Apple Computers y Beats Electronics —, el joven estudiante se dio cuenta de que ejecutar un proyecto innovador que pudiera ayudar a las personas era su verdadera pasión.

Bajo asesoría de los profesores Jonathan Smith y Thomas Castle, el proyecto ya existente dio paso a XEED, un avanzado sistema de sensores capaces de transmitir los movimientos de las extremidades en los pacientes con párkinson a un teléfono móvil a través de tecnología Bluetooth, generando montañas de datos útiles para los profesionales de la salud y los pacientes. 

“Los pacientes de la enfermedad de Parkinson no tienen las herramientas para evaluar adecuadamente su propio progreso, y a través de los giroscopios y acelerómetros del sistema podemos generar datos para que los pacientes puedan ir monitoreando su avance”, dijo Muniz.

El impacto de XEED, que aspira a proveer ayuda a medio millón de pacientes con párkinson en EE.UU., lo hizo un candidato evidente para el 2016 President’s Innovation Prize. La presidenta de UPenn, Amy Gutmann aseguró que el proyecto se posiciona en la vanguardia de la innovación, haciéndolo meritorio de la suma de 100 mil dólares para invertir en su desarrollo.

Solo tres semanas antes de recibir el premio, un reconocimiento más simple pero con mayor significado le fue conferido a Muniz: su primera licencia de conducir. A través del programa de Acción Diferida (DACA), el joven inmigrante ya está seguro en el país que lo acogió casi desde nacer.

Otro espaldarazo a su constancia llegará el 14 de mayo, cuando reciba oficialmente su doble titulación de una universidad ‘Ivy League’, un envidiable sueño académico para cualquier joven de 23 años.

Sin embargo, la meta para la aplicación de sus conocimientos no está en una lujosa oficina o una gran corporación. “En este momento, mi corazón está volcado en ayudar a las personas”, concluyó Muniz.