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De Poston a Filadelfia

El activista de 75 años, Hiro Nishikawa, bien entiende lo que es enfrentar leyes injustas y ser detenido sin cargos o revisión judicial. Por eso al jubilarse…

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Los recuerdos se describen desde el punto de vista de un niño.

La forma en que él y sus hermanos jugaban en el espacio de acceso debajo de uno de los edificios, alerta a los monstruos de Gila, escorpiones y serpientes de cascabel que también buscaban alivio del sol y del calor de 110 grados en ese espacio con sombreado.

Recuerda, asimismo, las tormentas de arena que se metían por las grietas en las paredes destartaladas y recubrían la ropa y piel. En otra memoria, él y sus hermanos se visten con sus pantalones de pana para lucir bien en uno de los pocos retratos de familia que tienen de aquellos años, frente al barracón que compartían con los demás residentes.

El gobierno eufemísticamente lo llamó un centro de reubicación o de internamiento, pero la realidad de las 71.000 hectáreas del Colorado River camp en Poston, Arizona, era mucho más fea. Era un campo de concentración construído en suelo americano específicamente para encarcelar a los de ascendencia japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. The Japanese American Citizens League (JACL, por sus siglas en inglés) registra que las únicas personas exentas de la cárcel fueron los que tenían menos de 1/32 sangre japonesa y "sin ningún contacto con otras personas de ascendencia japonesa".

El campamento Poston tenía altas cercas de alambre de púas. Y torres de vigilancia para dispararle a cualquiera que saliera fuera del recinto sin autorización. Las fotos tomadas por petición del War Relocation Authority (WRA, por sus siglas en inglés) fueron cuidadosamente compuestas de modo que ni las cercas ni las torres salen en la foto, pero ambas ocupan un lugar preponderante en la poesía y la pintura de los que vivieron en Poston.

Aún sin esos indicadores de encarcelamiento, es imposible mirar las fotos oficiales del campo de concentración de Colorado River sin estremecerse. Esas barracas horribles alineadas en el duro desierto deben haber desgastado los espíritus de los residentes tan despiadadamente como la peor tormenta de arena.

Aún así, para Alfred Hirotoshi Nishikawa —a partir de julio de 1942, cuando él tenía 4 años, hasta septiembre de 1945, cuando tenía 7 años— la Sala A del Barracón 2 en el Bloque 18 era su hogar.

Todos los miembros de la familia Nishikawa vivían en una sala de unos 22 pies por 24 pies, en un barracón compartido con otras familias. Se mantenía terriblemente caliente en el verano e igual de frío en el invierno. Había electricidad, no había agua potable ni baños cerca, los cuartos de baño se encontraban en el centro de cada bloque de barracones.

Hiro y sus hermanos asistían a clases en un aula sombría donde se sentaban en bancos para realizar sus recitaciones en inglés, frente a una maestra blanca que llegaba del exterior cada día. No habían baños en este edificio tampoco, así le contó Hiro una vez a su nieto, Kai. "Algunos padres voluntarios ponían bacinicas en la esquina del aula —detrás de una sabana colgada para mantener algo de privacidad— para que los alumnos pudieran ir al baño".

La vida se malograba en Poston. Hiro recuerda a un hombre mayor en un barracón vecino que se suicidó ahorcándose ya que no podía lidiar con el terrible costo que el gobierno de los Estados Unidos había impuesto simplemente por ser japones-americano.

Pero la vida se lograba en Poston, también. La madre de Hiro dio a luz a su hijo menor, Kats, en el hospital rudimentario del campamento. Ella llevaba un diario, escrito en japonés, mientras que por decreto del campamento la desanimaban de hablar su idioma y le prohibían cantarlo.

El padre de Hiro, quien había sido un chef profesional, cocinaba en el comedor del campamento, donde todos comían en mesas largas. Y él comenzó a tallar insignias de solapa hechos de restos de madera, pequeños pájaros de brillantes colores que, si bien no los representa con las alas extendidas en libertad, por lo menos llevaban esa promesa.

Sin embargo, de acuerdo con Gwendolyn Jensen, quien en 1997 publicó un estudio sobre las consecuencias de encarcelación en los campamentos para la salud a largo plazo, los traumas del encarcelamiento afectaban especialmente a los jóvenes. "El estrés traumático (en los adultos) fue amortiguado por mecanismos de adaptación culturales, los cuales no se habían inculcado todavía en los detenidos más jóvenes", escribió.

Hiro no está de acuerdo. "La experiencia de encarcelamiento fue más traumática para los adultos que los niños", dice. "Los niños pequeños no tenían ninguna comprensión de las cuestiones constitucionales."

La constitucionalidad, las garantías procesales y los derechos civiles son significativos para él. Tan importantes, de hecho, que se han convertido en su afición desde que se jubiló, y se le conoce en Filadelfia como un incansable activista por la reforma migratoria.

"En el mundo actual', dice Hiro, "se calcula que más de 1,5 millones de los 11 millones (de inmigrantes indocumentados) vinieron aquí con papeles, con visas (que después se vencieron) ... Estar "fuera de estatus" en términos de la inmigración es, literalmente, una clase de delito menor, no grave ... y lo raro es, lo pueden detener sin cargos, y eso suena una alarma dentro de la comunidad americana japonesa".

"Estar detenido sin cargos. ¿No hemos visto eso antes?"

"Y también: ninguna revisión judicial. Todo es administrativo. Y por defecto, simplemente arbitrario".

"Esto tiene una gran resonancia en la comunidad americana japonesa", dice Hiro. "Debido a que lo hemos visto antes".

 

Un número en lugar de nombre

"Mi padre (Sam ) nació cerca de Watsonville , California", dice Hiro. Su madre, Tamiko, nació allí también.

Los abuelos de Hiro eran campesinos en ese mismo estado, pero excluidos de la ciudadanía por leyes estadounidenses que datan de 1790 y 1870 que prohibían que los asiáticos se conviertan en ciudadanos naturalizados. Por otra parte, debido a que el 'Alien Land Law' de California de 1913 impedía que "extranjeros inelegibles para la ciudadanía" fueran dueños de tierras agrícolas o que firmaran contratos de arrendamiento por ellas, sus abuelos se vieron obligados a trabajar como agricultores arrendatarios a corto plazo. Con el tiempo, volvieron a Japón.

Cabe la posibilidad de que ambos grupos de abuelos podrían haber regresado a los Estados Unidos si la naturalización o residencia hubiese sido una posibilidad para ellos. Pero la Ley de Exclusión de Extranjeros de 1924 impidió la inmigración a cualquier "extranjero inelegible para la ciudadanía" y esa ley no fue revocada hasta 1952, muchos años después de que la mayoría de los abuelos de Hiro habían muerto.

Pero los hijos de esos campesinos habían nacido en los Estados Unidos — eran Nisei (segunda generación) o sea, japonesamericanos y su futuro estaba en el país de su ciudadanía.

Teniendo en cuenta lo que había observado de la vida de un trabajador agrícola, Sam quería regresar a los Estados Unidos y entrar en la escuela de cocina.  Tamiko —quien su nieta Bronwen Nishikawa recuerda como "una mujer precoz" con "una creencia apasionada en la igualdad de trato de la mujer en la familia, el lugar de trabajo y bajo la ley"— fue aconsejada por su padre que le iría mejor y sería más feliz en los Estados Unidos.

Después de que Tamiko y Sam se casaron tuvieron tres hijos, todos ellos nacidos en San Francisco, todos ellos, por supuesto, Sansei (tercera generación). Los Nishikawas eran indiscutiblemente ciudadanos estadounidenses: los padres por jus soli (derecho de la tierra) y los niños no sólo por eso, sino también jus sanguinis (derecho de la sangre), tal como se expone en la 14 ª Enmienda .

Pero Pearl Harbor ocurrió en diciembre de 1941, y la respuesta nacional fue a la vez asustada y profundamente racista.

Oficialmente, se identificaron a algunos ciudadanos japoneses —en su mayoría sacerdotes budistas, instructores de artes marciales, profesores de lengua japonesa y líderes empresariales— como amenazas a la seguridad nacional. Entre 3.000 a 5.000 de ellos fueron detenidos y enviados (junto con algunos ciudadanos alemanes e italianos ) a campos de internamiento del Departamento de Justicia, los cuales se ajustaban a las normas de la Convención de Ginebra.

Estados Unidos también convenció a algunos de sus aliados de América Latina—Panamá y Perú, por ejemplo— que encarcelaran, deportaran o enviaran a sus residentes japoneses a los EE.UU. para ser internados en campamentos aquí.

Extraoficialmente, la gente en California, Oregon y Washington se vieron inundados por el alarmismo y especulación racista sobre las "lealtades divididas" de los japoneses-americanos.

"Los Nisei (nacidos en Estados Unidos ) estaban atrapados entre una roca y un lugar duro", dice Hiro. "Aun si ellos decían que se sentían totalmente americanos, no parecían americanos ¿verdad? Así que la gente tomaba la decisión por ellos, decidiendo cual era su identidad, fuera cierto o no".  

Las cosas se intensificaron rápidamente y terriblemente.

El 19 de febrero de 1942, el presidente Franklin Delano Roosevelt firmó la Orden Ejecutiva 9066, y con ella abrió el camino para la detención —sin cargos y sin revisión judicial— de aproximadamente 110.000 ciudadanos japoneses-americanos en la costa oeste, unos 70.000 de ellos nacidos en los Estados Unidos. Los Nishikawa  —Tamiko, Sam, Hiro, Yukio y Tom— se transformaron de ciudadanos a "no-extranjeros" con esa firma.

Cualquier americano japonés que protestara la orden fue enviado a un centro de segregación de alta seguridad, Tule Lake, en California para ser detenido, y en esperas de deportación a Japón.

Los Nishikawa fueron obligados a presentarse en un centro de ensamblaje del WRA (un centro de detención temporal) en Salinas, California. Bronwen recuerda a su abuela contándole el poco tiempo que se les dieron para completar la evacuación después de la notificación, así como "el largo viaje en tren en el calor sofocante con dos niños pequeños y un bebé a cuestas".

A cada familia se le limitó la cantidad de maletas que podía llevar —solamente lo que ellos mismos podían cargar— y esos tenían que incluir ropa de cama, platos y cubiertos suficientes para la familia. Según Bronwen, Tamiko fue capaz de convencer a Sam que negociara permiso para llevar más maletas en consideración de que tenían tres niños pequeños. Pero es probable que no hayan podido empacar más que ropa y artículos de tocador para cada uno.

Desde el campamento temporal, los Nishikawa fueron enviados al condado La Paz en Arizona, y luego por bus a Poston en sí. Ya para entonces habían dejado de tener nombre o apellido según el gobierno de los Estados Unidos. Durante su encarcelamiento en Poston, la familia Nishikawa se había convertido simplemente en un número: 30406 .

Años después de los hechos, cuando estaba limpiando el desván de su padre, Hiro encontraría un antiguo lavadero en el que lucía el número pintado. La foto que tiene del lavadero es sencilla y Hiro no se detiene a comentarla cuando hace sus presentaciones para los niños de la escuela, ni tampoco mientras lo estoy entrevistando .

Pero la foto es desgarradora aún sin comentario.

Los campos de concentración estadounidenses no fueron los campos de exterminio de los nazis. Tampoco los números dados a los japoneses-americanos en internamiento tienen la permanencia de los tatuajes dados a los prisioneros de Auschwitz-Birkenau o los campos asociados. Pero los números japoneses-americanos tienen un gran peso de todos modos.

En 1945, tras el anuncio de cierre de los campamentos pero antes de que muchos de los encarcelados de Poston se fueran —incluyendo los Nishikawas— el libro "The Governing of Men", que pretendía ser un análisis social del campamento Poston, se publicó. Lo escribió un sociólogo y psiquiatra del cuerpo médico del U.S. Navy, Alexander H. Leighton, quien había estado 15 meses en Poston. Se escribió una reseña del libro en la revista Time (en su sección semanal titulada "Razas"). La reseña se citó en la edición del 11 de julio 1945 de The Poston Chronicle, el diario publicado por la administración del campamento.

Le tengo poca confianza a la nota del Chronicle, dado el nivel de patriotería evidente en ella. Sin duda el mismo jingoísmo se encuentra en la reseña original ya que las revistas populares eran uno de los lugares preferidos del gobierno para difundir propaganda. Sin embargo, hay una frase en el primer párrafo de la nota del Chronicle que me parece honesta y atinada: "El Comandante Leighton concluyó que muchos de los estadounidenses simplemente no recuerdan que los japoneses estadounidenses son seres humanos".

 

Tenemos que ser más americanos


Después de haber sido liberados de Poston, la familia Nishikawa fue a Gilroy, California, donde Sam Nishikawa abrió un restaurante chino.

Esto viene del artículo titulado "Evacuación se realizará gradualmente", que apareció en The San Francisco News el 3 de marzo de 1942:

Para una mayor eficiencia, se han clasificado a los extranjeros enemigos en cinco clases, y las proclamaciones que afectan a su futuro se enviarán en breve con estos números de clasificación, dijo el general (John L.) DeWitt.
Núm. 1 - Todas las personas bajo sospecha de espionaje, sabotaje, ser parte de la "quinta columna" o otras actividades subversivas. El FBI y los servicios de inteligencia están acorralando a estos individuos todos los días.
N º 2 - extranjeros japoneses.
N º 3 - japoneses nacidos en los Estados Unidos.
N ° 4 - extranjeros alemanes.
N º 5 - extranjeros italianos.
Después de que las zonas militares estén libres de japoneses, el general indicó, los extranjeros alemanes y extranjeros italianos serían los próximos evacuados.

¿Es posible observar esta clasificación de la enemistad en retrospectiva y no ver que el poner a los "japoneses nacidos en los Estados Unidos" por encima de los extranjeros alemanes e italianos es una indicación del racismo?

El JACL, en los materiales que se prepara para el enriquecimiento escolar, refuta de manera creíble la lógica militar que forma la base de las clasificaciones expuestas en la nota del San Francisco News: "La justificación de estas acciones en la costa oeste era 'necesidad militar', pero tal afirmación es incompatible con el hecho de que los japoneses americanos en Hawai no fueron sometido a encarcelamiento igual. Hawai queda tres mil millas más cerca del enemigo, y usando la lógica de DeWitt, estaría en mucho mayor peligro de invasión y sabotaje".

Además: "Las órdenes de detención de DeWitt eran, supuestamente, con el fin de proteger a la costa oeste contra el sabotaje y el espionaje, pero los bebés, los huérfanos, los niños adoptados, los enfermos y los ancianos postrados en cama fueron también encarcelados. Los niños de ascendencia múltiple se incluyeron si tenían un porcentaje de ascendencia japonesa. El Coronel Karl Bendetson, que administraba directamente el programa, dijo: "He decidido que si tienen una sola gota de sangre japonesa en ellos, tienen que ir al campamento'". 

Y durante tres largos años, así fue.

Incluso después de que el WRA anunció en enero de 1945 que estaría desmantelando los campamentos y los detenidos podrían irse, los años de propaganda racializada tuvieron efecto. Algunos regresaron a los hogares destrozados o mutilados por  consignas de odio. Municipalidades aprobaron resoluciones para prohibir que los residentes y comerciantes japonesamericanos volvieran a poner vivienda o tiendas. Los bienes que, supuestamente, habían sido almacenados acabaron perdidos, y lo que había sido confiscado no fue devuelto.

El encarcelamiento extendido también dejó heridas profundas en la comunidad japonesamericana.

"Mi padre no sabía qué hacer ni a dónde ir ", dice Hiro, "de tal manera que nuestra familia no salió (de Poston) hasta ocho meses después, en septiembre".

Según la Dra. Satsuki Ina, fundadora del Children of the Camps Project, los valores culturales dieron forma a cómo los americanos japoneses enfrentaron el trauma de lo que habían experimentado. "Ciertamente, los valores culturales japoneses de gaman (sobrellevar), gambaru (perseverar), giri (el deber), oyakoko (lealtad), on (piedad filial), y kodomo no tame ni ('por el bien de los niños', es decir, el sacrificio) guiaron y ayudaron a miembros de la familia a superar la vergüenza, las dificultades y la tragedia de haber sido encarcelados", escribe .

Pero, Ina añade que la gente a menudo interioriza y entierra lo sentimientos acerca de algo tan grave.

"Después de regresar a California, mis padres al igual que otros estadounidenses japoneses, querían olvidar 'esta horrible experiencia' y seguir adelante con la vida", dice Hiro, y luego añade que el trauma fue tal que sus padres no hablaron sobre la experiencia durante décadas.

Bronwen —que aprendió muchos de los datos personales de la experiencia de su padre a través de un proyecto de quinto grado iniciado por su hijo Kai— cree que "la transmisión de tales experiencias profundamente personales se saltan una generación. Es probablemente una ventaja del tiempo y perspectiva".

Ella considera que las historias que su abuela le contó directamente son "un regalo precioso, porque la mayoría de la gente de su generación no hablaba de esos momentos de dolor". Recuerda, por ejemplo, la historia que Tamiko le contó acerca del momento de dejar el campamento, "le comentaba mi padre que él nunca más quería volver a ese sitio".

Pero Hiro ha vuelto, una y otra vez, en las presentaciones que hace en las escuelas primarias y secundarias y frente a estudiantes universitarios; en la entrada del blog que escribió para el Centro Nacional de la Constitución el año pasado; en esta entrevista. Es un regalo de historia compartida, y también una forma de activismo aunque no sea del que se ha dado a conocer.

"Dentro de la comunidad Nikkei (todos los japoneses que viven en los EE.UU.) en general el mantra prevaleciente era 'tenemos que ser más americanos' para que este tipo de cosa no nos pase de nuevo", dice Hiro. Ese sentimiento provocó a los jóvenes a olvidar el japonés escrito y hablado de sus padres y abuelos (así como lo hacen muchos niños inmigrantes que tratan de encajar en la actualidad). Hiro no puede leer el cuaderno delgado en el que su madre escribía sus pensamientos durante el encarcelamiento, y cuando habla de mandarlo a traducir hay una nota ligeramente melancólica en su voz.

 


Hojeando el diario que su madre escribía en japonés durante su encarcelamiento en Poston.

Él sabe muy bien que las tendencias racistas que llevaron a los japonesamericanos a un campo de concentración no han desaparecido.

"Desde el 'no son como nosotros' al '¿cómo es que no aprenden inglés?' de 'hacen todos los trabajos sucios, son asquerosos' a 'regresen porque nunca se van a asimilar' las personas que ya están aquí siempre encuentran algún argumento" para que los recién llegados no sean parte del 'nosotros'", dice Hiro. "Esa mentalidad está respaldada por lo racial. De década en década lo único que cambia son los apellidos de las personas, su apariencia, el idioma que hablan".

Mientras que las detenciones y deportaciones y proclamaciones amargas contra los inmigrantes de hoy no se acercan a la virulencia de lo que los japoneses americanos experimentaron durante la Segunda Guerra Mundial, hay ecos inquietantes. La guerra contra el terrorismo ha hecho que los musulmanes estadounidenses se consideren sospechosos en su propio país porque 'tienen la apariencia del enemigo', y una ley como la SB 1070 de Arizona que se basa en el perfil racial y la codificación de las normas culturales latinas para proporcionar 'duda razonable' para la detención.

Pero que ser detenidos sin cargos "son algunas de las leyes locas que se han aprobado", dice Hiro. "Sobre todo la ley que se aprobó en 1996, en la que alguien que está actualmente trabajando y ha puesto en orden su vida, pero que en su adolescencia se involucró en peleas entre pandillas o lo que sea, y por eso fue encarcelado, cumplió su sentencía, salió, se rehabilitó, estudió y adquirió competencias nuevas, con tiempo se casó y tuvo hijos y ahora a sus 30 años es detenido por una luz en algún lugar y descubrir que tiene un 'registro de antecedentes penales' y lo detienen para deportarlo. Me parece increíblemente atroz".

"Es doble incriminación del peor tipo", continúa. "Esta no es una cosa que debamos los americanos tolerar. No tiene sentido. "

 

Una pequeña racha rebelde

En las oficinas de Al Día, Hiro Nishikawa señala parte de la presentación de Power Point que usa con estudiantes cuando habla de la encarcelación de los japoneses-americanos durante la Segunda Guerra Mundial.

A los 75 años, el menudo y gallardo Hiro —a quien nunca lo he visto sin su pequeña boina negra— marcha en manifestaciones en apoyo a la reforma migratoria, es una parte activa de la JACL de Filadelfia, y es parte de la junta directiva del Pennsylvania Immigration and Citizenship Coalition (PICC, por sus siglas en inglés). La directora de PICC, Natasha Kelemen, dice que es "un activista muy dedicado a los derechos de los inmigrantes" y "la persona jubilada más activa" que ha conocido. 

A pesar de su experiencia en el campo de concentración americano, no siempre fue un activista.

"Desde el momento en que conocí a Hiro hasta el día que se retiró como un científico (en 1998), no tenía absolutamente ninguna idea que él iba a estar tan involucrado y comprometido con las cuestiones de derechos civiles. ¡Su mundo era la ciencia!", dice Sumie Nishikawa, la esposa de Hiro y una científica también.

Después del encarcelamiento el campo de concentración, la familia de Hiro abrió un restaurante de comida china en Gilroy, California, donde Hiro descubrió sus primeros amores —la química y la fotografía— que se convirtieron en amores duraderos.

"Mi padre, incluso antes de que se casó con mi madre, se había interesado en la fotografía", dice Hiro. "Por lo tanto, fue frustrante para él renunciar a su cámara Kodak (durante el internamiento en Poston). Se me pegó su pasión por la fotografía cuando yo era un estudiante de escuela media. En la escuela secundaria me uní al club de fotografía. Ahorré dinero de mis trabajos de verano para comprar mi primera cámara de 35mm réflex de lente única, un VX Exacta, que todavía tengo".

Su mentor en el club de fotografía en la escuela secundaria era también su profesor de química y lo animó a ir a Berkeley para convertirse en un bioquímico. Lo hizo, y ahí se encontró con Sumie en el laboratorio de bioquímica. "¿Qué tal eso?", Me dice con alegría durante la entrevista.

 


Hiro Nishikawa en Roche en 1975.

Sumie nació y creció en Hawai, donde la mayoría de los estadounidenses de origen japonés no fueron sometidos a la encarcelación en masa, por lo cual no comparte esa experiencia con su marido. Pero tienen su amor por la familia, la música clásica y la ciencia en común — y así fue desde el principio. Ellos fueron a la escuela de posgrado juntos, en la Universidad Estatal de Oregon. Hiro obtuvo su doctorado en bioquímica, Sumie el suyo en microbiología, se casaron y tuvieron dos hijos . Entonces Hiro decidió cometer herejía —así es como él lo describe— al dejar el mundo académico para trabajar en el descubrimiento y desarrollo de drogas de biotecnología farmacéutica. Empezó como un científico de banquilla en Hoffman-La Roche y se retiró como director de grupo en SmithKline en Filadelfia unos 30 años después.

La transformación en activista se efectuó cuando Hiro se incorporó a la sucursal de Filadelfia del JACL al jubilarse, dice Sumie. "Esta sucursal en particular, en ese momento, estaba llena de personas que habían experimentado de primera mano el encarcelamiento ... e intentaban enfrentar y abordar las injusticias que experimentaron. Creo que Hiro se inspiró con el activismo de ellos, y ellos, por su parte, le dieron bienvenida a su interés y su capacidad para hacer frente a las situaciones con mucha claridad —parte de su mente científica".

Una colega en la lucha para garantizar los derechos de los inmigrantes, Amanda Bergson-Shilcock, la directora de alcance y evaluación de los programas del Welcoming Center for New Pennsylvanians, también enumera aptitudes que asociamos con los científicos cuando habla de las cualidades que hacen que Hiro sea tan respetado y bien querido como activista en Filadelfia.

 


Hiro Nishikawa en la marcha Dreams Across America Marcha en Washington D.C. en 2007.

"Hiro suele ser uno de los activista de más edad en el salón", dice ella, "pero también a menudo es el que tiene la mayor curiosidad. Está abierto a la nueva información, a las nuevas formas de hacer las cosas, y eso es inspirador. (Su) virtud excepcional es su capacidad de establecer conexiones entre las personas con diferentes experiencias. No hay mucha gente que puede pasar de hablar de un campo de internamiento de la Segunda Guerra Mundial a la política de inmigración de hoy en día con la perspectiva clara y humanitaria que él aporta".

Hiro no acepta fácilmente la alabanza, en vez, él se burla de sí mismo. "Un amigo mío me dijo: 'cuando eras un estudiante universitario en Berkeley se te metió esta pequeña racha rebelde y no te diste cuenta hasta ahora", dice con una sonrisa.

Vuelvo a mirar las fotografías que ha traído Hiro, las mismas que utiliza para ilustrar las charlas que le da a los jóvenes. Yo no soy una científica para saber si creer la teoría que cada célula de nuestro cuerpo porta memoria. Pero se me ocurre que el chico de aspecto serio en las fotos —y el hombre genial que me habla durante la entrevista— conoce en su propio ser por qué su padre, en Poston, decidió tallar figuras con capacidad de vuelo sostenido y siempre en alza.

Haga clic aquí para ver una entrevista en video con Hiro Nishikawa.

 

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