“Nos une el dolor por lo que sucede en nuestra querida Venezuela”
La diáspora venezolana está más unida que nunca. Nos lo cuenta Fernando Torres, presidente de Casa de Venezuela, una organización sin fines de lucro que…
Fernando Torres emigró a Estados Unidos hace 21 años, en busca de una vida mejor. Nacido en el seno de una familia humilde de San Cristóbal, en el sur oeste de Venezuela, Torres se plantó en Arizona, donde vivía un tío suyo, sin apenas hablar inglés. Allí trabajó de todo lo que pudo para poder costearse los estudios. “Yo quería ser astronauta”, confiesa este ingeniero venezolano, que desde hace dos años es el presiente de Casa de Venezuela, una organización sin ánimo de lucro que vela por la cultura y los intereses de la comunidad venezolana del área metropolitana de Filadelfia.
“No importa si eres indocumentado o no hablas bien el inglés, éste es el país de las oportunidades. Hay que seguir esforzándose"
La historia de cómo llegó Torres a Filadelfia tiene mucho que ver con su sueño americano. Se graduó en ingeniería aeroespacial en la Universidad Estatal de Arizona y al poco tiempo empezó a trabajar para una destacada multinacional de componentes para el sector aeronáutico y petrolero. Se quedó en Arizona hasta el año 2007, cuando, harto de la política antiinmigrantes del sheriff Arpaio, empezó a plantearse ir a vivir a una ciudad más benevolente con la comunidad inmigrante y con menos tensión social. La oportunidad surgió cuando la empresa le ofreció venir a trabajar a las oficinas de Filadelfia, donde con los años ha acabado ascendido a director de estrategia internacional. “No importa si eres indocumentado o no hablas bien el inglés, éste es el país de las oportunidades. Hay que seguir esforzándose”, es el mensaje de Torres a las decenas de inmigrantes latinos, especialmente venezolanos, que llegan a Estados Unidos en busca de un futuro mejor.
Conocido por su espíritu trabajador y su compromiso con los derechos humanos, la junta directiva de Casa de Venezuela le propuso hace dos años ser el nuevo presidente, aprovechando un giro estratégico en los objetivos de la organización.
“Casa de Venezuela fue creada en 2006 con la idea inicial de mantener y promover la cultura venezolana en Filadelfia: música, folklore, bailes, teatro… La gente involucrada era gente que hacía mucho tiempo que vivía en Philly, querían transmitir a sus hijos la cultura de su país”, explica Torres en una entrevista con AL DIA NEWS. Pero durante los últimos años, empezaron a llegar a la ciudad masas de venezolanos – “y llega otro, y otro, y otro...” – y la junta directiva se dio cuenta de que necesitaba producirse un cambio. “Necesitaban expandir la misión. Era importante promover la cultura, pero también lo era decir al mundo lo que estaba ocurriendo en nuestro país y ayudar a los compatriotas que estaban llegando”, explica Torres, en referencia a la crisis sociopolítica que vive su país desde hace años.
"Era importante decir al mundo lo que estaba ocurriendo en nuestro país"
Así pues, desde que Torres asumió la presidencia, en 2016, Casa de Venezuela se ha volcado principalmente en dos nuevos objetivos. El primero, informar y concienciar a la población, tanto a nivel local como nacional, de la crisis humanitaria que sufre Venezuela. El segundo, educar a la comunidad venezolana de Filadelfia en temas fundamentales de la sociedad americana como salud e inmigración. “En EE. UU. hay mucha estafa a los inmigrantes latinos, sobre todo entre los recién llegados. Hay gente que se hace pasar por abogados usando el título de notarios, les prometen que les conseguirán una Green card, les ayudarán a conseguir la ciudadanía… ¡algo que es prácticamente imposible!”, comenta Torres.
Para evitar estafas, Casa de Venezuela pone a disposición de la comunidad un listado de abogados y organizaciones sin fines de lucro y de confianza, verificadas por ellos mismos. También organiza seminarios y talleres informativos sobre cómo contratar un seguro de salud, ahorrar para la jubilación, o sobre cómo registrarse para votar. “Cada día nos llegan muchas de consultas sobre temas relacionados con visados y migración”, explica.
Otro de los objetivos primordiales de Casa de Venezuela es hacer presión en Washington para conseguir que el Congreso apruebe un Estatus de Protección Temporal (TPS en sus siglas en inglés) a Venezuela, “dada la crisis política y humanitaria que atraviesa el país”, comenta Torres.
El TPS es un mecanismo judicial aprobado por el Congreso en 1990 que permite otorgar un estatus de protección temporal – algo similar al “asilo político” - a todos aquellos inmigrantes en los Estados Unidos cuyas vidas corran peligro en caso de regresar a su país de origen, sea por la existencia de un conflicto armado, una catástrofe medioambiental u otras condiciones extremas.
Torres es consciente de que no será una tarea fácil. “Acabamos de ver cómo la Administración Trump acaba de retirar el TPS para los hondureños. Estamos preocupados”, dice. Sin embargo, no pierde la esperanza. Son ya varios los congresistas, tanto demócratas como republicanos, los que han presentado su apoyo a la causa públicamente.
Entre ellos figuran los senadores Bob Menendez (D-NJ), Marco Rubio (R-FL), Bill Nelson (D-FL), los congresistas Debbie Wasserman Schultz (D-FL), Ileana Ross-Lehtinen (R-FL), Carlos Curbelo (R-FL), y pronto el congresista demócrata por Filadelfia Dwight Evans, detalla Torres.
A pesar de la política antiinmigración que promueve el presidente Trump, Torres está convencido de que lograrán el apoyo suficiente para que se apruebe el TPS para Venezuela.
“En Florida, los congresistas se han dado cuenta que los venezolanos ya son una fuerza de voto importante, a parte de los cubanos”, dice el presidente de Casa de Venezuela.
Pero hay otros motivos. Por un lado, “el inmigrante venezolano llega con un nivel educativo bastante alto”, explica Torres. Y, en segundo lugar, existe un interés político por lo que sucede en Venezuela, “un país que tiene petróleo…”, añade.
Para conseguir sus objetivos, Casa Venezuela en Philly colabora estrechamente con organizaciones venezolanas de otras ciudades: “Nueva York, Boston, Kansas City…. queremos ser el ejemplo para el resto de comunidades de la nación. Demostrar que con una buena formación legal se pueden conseguir cosas”, explica.
Según Torres, la eficiencia de los venezolanos para organizarse en comunidad es herencia de su pasado. “Después de la segunda Guerra Mundial llegaron a nuestro país muchos inmigrantes europeos. Italianos, alemanes, portugueses… se organizaban en sus propias colonias, tenían su comida, sus tiendas… Aprendimos de ellos”, explica.
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Al margen de los proyectos de comunicación y lobbying, Casa de Venezuela también organiza actividades benéficas para ayudar a la población en su país, envuelto en una espiral de crisis e inseguridad sin precedentes. Una de las actividades más destacadas es la recolecta y envío de medicamentos desde Filadelfia. Se trata de una operación complicada, ya que los envíos de medicamentos están muy controlados y deben pasar muchos controles estatales, pero Casa de Venezuela intenta trabajar directamente con organizaciones locales para garantizar que llegan a su destino. Una de ellas son los “Cascos Verdes”, estudiantes de medicina de la Universidad Central de Venezuela que socorren a la gente en las calles de Caracas.
“Una de las cosas que más nos une a todos – desde el inmigrante que acaba de llegar al venezolano de tercera generación –es el dolor por lo que está ocurriendo en nuestra querida Venezuela”, dice Torres, que tiene a su padre, abuelos y a su hermana mayor viviendo en San Cristóbal. La última vez que les visitó fue hace tres años. Ahora no se atreve a volver, por temor a su seguridad.
El pasado julio, Casa de Venezuela, igual que muchas otras comunidades de la diáspora venezolana alrededor del mundo, organizó en Filadelfia una consulta electoral sobre la Constituyente de Maduro. “En ese momento nos sentimos más unidos que nunca. Se formaron colas larguísimas bajo el sol”, recuerda, con orgullo. No olvida recalcar, por eso, el apoyo del alcalde Kenney, que les permitió realizar el referéndum delante del Ayuntamiento, además de haberlos ayudado en otros eventos en el pasado. “El alcalde Kenney nos ha ayudado muchísimo”, insiste. “Por ser descendiente de irlandeses, Kenney sabe de primera mano lo que es la discriminación”.
La relación con el cónsul de Venezuela en Nueva York, en cambio, es prácticamente nula. “Una de las tristezas más grandes para los que somos ciudadanos americanos es que tenemos que esperar más de 18 meses para obtener el pasaporte venezolano”, dice Torres. El pasaporte venezolano es necesario para poder visitar el país.
Por otra parte, las solicitudes de asilo político por parte de venezolanos en EE.UU se ha triplicado en los últimos años, desplazando a China, el país líder en peticiones de asilo durante mucho tiempo. “Tenemos que proteger a los que ya están aquí. Por eso necesitamos el TPS”, dice.
En Europa, la comunidad venezolana también se moviliza. En Barcelona está Gerali Rodríguez, una joven especialista de marketing que llegó a España hace cuatro años, huyendo del caos político, la inflación desbordada y la inseguridad que se vivía entonces en Caracas. “Ahora la situación es peor”, explica Rodríguez, mientras se toma una chicha en una popular cafetería venezolana de Barcelona.
"Sabes que vas a tener que empezar de cero, pero que tendrás una vida mejor y podrás vivir en paz"
Desde que llegó a España, Rodríguez se ha volcado en impulsar actividades para ayudar a sus compatriotas en Venezuela, donde aún viven sus padres, y difundir información sobre lo que ocurre en su país. Una de las últimas iniciativas ha sido el diseño de unas pulseras benéficas con los colores de la bandera venezolana y el mensaje “Te Apoyo Venezuela”, que venden a 3 euros (unos 3,6 dólares). El dinero recaudado se destina a enviar medicinas a Venezuela a través de una ong española (Asociación Lean).
“Desde hace tres años, en Venezuela no hay medicamentos básicos como paracetamol o antiinflamatorios”, critica Rodríguez, que compagina su trabajo con sus compromisos humanitarios. Rodríguez es además la representante en Barcelona de Un mundo sin mordaza”, una organización fundada en 2009 por estudiantes venezolanos para denunciar la falta de libertades políticos y derechos humanos en su país. “En los últimos tres años más de dos millones de personas se han ido del país, como yo”, explica Gerali, que antes de abandonar Caracas tenía un buen puesto en el departamento de Comunicación y Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de una empresa que daba servicios a un banco. “Sabes que vas a tener que empezar de cero, pero que tendrás una vida mejor y podrás vivir en paz. Sin miedo de que te roben o de que te encarcelen por pensar diferente”, concluye. (Puede leer la historia completa de Gerali Rodríguez en Barcelona aquí).
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