LIVE STREAMING
Daryle Lamont Jenkins, Executive Director of One People's Project, and former white nationalist Erica Hardwick. Samantha Laub / AL DÍA News
Daryle Lamont Jenkins, Executive Director of One People's Project, and former white nationalist Erica Hardwick. Samantha Laub / AL DÍA News

Mostrando una salida al odio

Descubra cómo el activista antirracista Daryle Lamont Jenkins, director ejecutivo de One People’s Project, lucha por cambiar el corazón y la mente de los…

MÁS EN ESTA SECCIÓN

50 años de defensa

Ayudando a las comunidades

Buscando hogares para todos

Reunión de líderes hispanos

L'ATTITUDE está en marcha

Líderes de la economía en EU

Elevando negocios diversos

Anuncio de la SBA

COMPARTA ESTE CONTENIDO:

Ignorar las lacras de nuestra sociedad –el odio, el racismo, la intolerancia– no las hará desaparecer.

Esta es la filosofía de Daryle Lamont Jenkins, fundador y director ejecutivo de One People’s Project (OPP). Desde el año 2000, esta organización de Filadelfia trabaja para monitorear, investigar y reportar las actividades llevadas a cabo por individuos y grupos de extrema derecha que fomentan la discriminación.

“Nuestra misión es conseguir que la gente se vuelva proactiva a la hora de frenar estos dañinos elementos de la derecha”, explicó Jenkins en una entrevista con AL DÍA. “Básicamente, se trata de intentar reducir su capacidad operativa”.

La misión de OPP ha llevado a Jenkins y a su grupo a viajar por todo el país. Frecuentemente hacen presencia en marchas, protestas y otros acontecimientos organizados por personas de extrema a quienes confrontan y cuestionan cara a cara. Entre los provocadores de extrema derecha con los que Jenkins ha debatido se encuentra el famoso supremacista blanco Richard Spencer, presidente del National Policy Institute; Andrew Breitbart, fundador de Bretibart News, e influyentes islamófobos como Pamela Geller y Robert Spencer.

Recientemente, Jenkins se ha convertido en la voz pública de Antifa, un concepto cuyo significado ha sido malinterpretado por los medios de comunicación, según el activista.

“Antifa es una abreviación de anti-facista”, dijo Jenkins. “No implica cubrirse el rostro con una máscara negra, llevar ropa oscura y romper ventanas, como dicen que hacemos. Se trata únicamente de ser uno mismo. De decirles que no harán eso en la sociedad actual.  Que no harán eso en mi barrio, en mi comunidad. Eso es ser Antifa”. ​​​​

Un método probado

Algunos pueden pensar que el enfoque de OPP es agresivo, incluso invasivo. Además de llevar a cabo confrontaciones cara a cara, el grupo publica en su web información personal de extremistas de derechas, incluyendo sus nombres, direcciones y fechas de nacimiento, en un intento por exponerles, a ellos y a sus creencias. El grupo es conocido por informar a la gente de las actividades racistas que ocurren en sus comunidades, sea un evento convocado por un grupo de odio o el simple hecho de que un vecino del barrio es un racista.

Esté o no de acuerdo con los métodos de OPP, está demostrado que son efectivos a la hora de frustrar actividades de extrema derecha. Por ejemplo, en 2010, el grupo logró impedir que se realizara la conferencia bianual de American Renaissance, una publicación que se autodescribe como “realista-racial”, pero que ha sido clasificada de “supremacista blanca”.

Jenkins explicó que OPP empezó a hacer difusión de la convocatoria de la conferencia y de quiénes eran sus participantes, lo cual resultó en diversas protestas frente a hoteles de las afueras de Washington D.C donde se albergaría el evento, con el fin de informar a la dirección del hotel sobre con quién estaban haciendo negocios.

“Básicamente, informamos a la gente de lo que estaba ocurriendo y ellos reaccionaron llamando a los hoteles para decirles: “Escuchen, esto es lo que ocurre. Este es el tipo de personas que son”, explicó Jenkins.

La respuesta de los hoteles fue anular los contratos con American Renaissance, lo que obligó a cancelar la conferencia. Ese es uno de los logros de OPP de los que Jenkins se siente más orgulloso.

Daryle Lamont Jenkins, Executive Director of One People's Project

En busca de poder

Los nacionalistas blancos, supremacistas blancos, neonazis, alt-right –como quiera llamarlos– ven a Donald Trump como su defensor, lo que hace que el trabajo de OPP sea aún más necesario.

Jenkins reconoce que la sociedad americana ha progresado mucho en el terreno de los derechos civiles, pero las amenazas persisten.

“Hemos luchado mucho en los últimos 50/60 años para llegar hasta este punto, pero estos tipos siguen todavía ahí fuera”, dijo Jenkins. “Estos tipos todavía intentan volver atrás, a esa “gran” América de su pasado, como ellos dicen.

Toda esa gente está intentando obtener poder político. Por eso, Jenkins atiende regularmente a la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés), donde cree que puede dar con esa gente. (¿Qué dice todo esto de la situación actual del partido Republicano?)

Dos ejemplos de estos aspirantes al poder en Pensilvania son Steve Smith y Ryan Wojtowick, miembros de Keystone United (conocidos antiguamente como Keystone Skinheads), un grupo de odio de ámbito estatal. Ambos, Smith y Wojtowick, sirven en el comité del partido Republicano en el condado de Luzerne. ​​​​​​

Una puerta abierta

Además de servir como una eficiente herramienta de obstrucción al odio, OPP también ofrece ayuda a aquellas personas que quieren abandonar el escenario del racismo blanco.

“Lo más importante de OPP es nuestra política de puertas abiertas”, dijo Jenkins. “Sí, pelearemos y discutiremos con ellos, les gritaremos e insultaremos en nuestra web, pero la clave es que también somos accesibles”.  

Esta actitud es evidente en el caso de Bryon Widner, un supremacista blanco reformado que luchó por abandonar su antigua vida y encontrar un trabajo, ya que estaba cubierto de tatuajes con motivos racistas blancos (muchos en su rostro). Widner estaba al borde de la desesperación cuando su esposa se puso en contacto con Jenkins, a quién hasta entonces consideraba su enemigo.

“Fue básicamente una solución de último recurso”, recordó Jenkins. “Nunca habíamos hablado antes y todo lo que ellos sabían de mi hasta el momento era que yo era el demonio”.

Jenkins puso a Widner en contacto con el Southern Poverty Law Center, una organización nacional de lucha contra el odio y la intolerancia, que encontró a un esponsor dispuesto a financiar la eliminación de los tatuajes de todo su cuerpo, un proceso extremadamente doloroso. La experiencia de Widner se convirtió en el sujeto del documental de la MSNBC “Erasing Hate” (Borrando el Odio) y en el foco principal de otro largometraje que empezará a rodarse este mes.

Aunque la historia de Widner es una de las mejor documentadas, no es el único ejemplo de cómo la presencia hostil y visible de Jenkins ha ayudado a cambiar y mejorar la vida de diversos supremacistas blancos.

Erica Hardwick, former white nationalist

La historia de Érica

La primera vez que Érica Hardwick habló con Daryle Lamont Jenkins fue después de que One People’s Project imprimiera su rostro en un panfleto.

La intención del panfleto era informar a la población de York, Pensilvania, que los activistas del poder blanco estaban organizando una manifestación en su municipio. Hasta entonces, Hardwick no se había dado cuenta de que se había convertido en una supremacista blanca.

“Le doy a Daryle buena parte del mérito por haber cambiado mi vida, porque me hizo parar y pensar: ¿Qué diablos estoy haciendo? ¿Por qué estoy haciendo esto?”, explicó Hardwick.

Hardwick, criada en Virginia, le contó a AL DÍA cómo acabó involucrada en el movimiento racista blanco y cómo logró salirse. Cuando era una adolescente, su novio de entonces la introdujo en el mundo de la música neonazi y al acudir a la web Napster para descargarse una de esas canciones, conoció en un chat a un hombre llamado Billy Roper.  

Roper era el coordinador de membresías de National Alliance, una organización política nacionalista blanca creada por William Pierce. Hardwick le dijo que vivía a una hora de distancia de las oficinas centrales de National Alliance y Roper la invitó a jugar a los bolos.

“No me dijo: “oye, vamos a difundir un poco de odio y levantar un infierno”, explicó Hardwick. “Dijo: vamos a jugar a los bolos”.

Después de ese día, Hardwick fue involucrándose cada vez más en la National Alliance y el movimiento del poder blanco, viajando por el país y creando vínculos con otras organizaciones. Está convencida de que la misión de la organización caló en su cabeza porque siempre fue una outsider, una marginada.

“Nunca he sido una persona con demasiada destreza social”, dijo Hardwick. “Y, de pronto, me vi rodeada de toda esa gente, a quién yo caía bien”.

“Mientas hablaras como ellos, te aceptaban de forma incondicional”, añadió. “Mientras tuvieras la misma apariencia que ellos. Mientras, en última instancia, hicieras lo que te ordenasen”.

Hardwick se transformó en una activista supremacista blanca, y más adelante se mudó a Filadelfia, donde Roper le asignó varios proyectos con el objetivo de captar la atención ciudadana, así como de los medios. Entre ellos, pegar pegatinas por toda la ciudad con eslogans como “La raza blanca: una de las especies en mayor peligro de extinción de la Tierra”.

Mientras participaba en estas actividades, dos amigos suyos fueron arrestados por pegar las pegatinas en un monumento de guerra. Hardwick confiaba en que los nacionalistas blancos con los que se había criado –los que ella creía que siempre se ayudarían el uno al otro– pagarían la fianza para sacar a sus amigos de la cárcel y se asegurarían de que recibían asistencia legal, ya que habían sido arrestados mientras trabajaban para promover la National Alliance.

Pero eso no ocurrió, y así fue como Hardwick empezó a darse cuenta de la hipocresía de los círculos del poder blanco.

Más adelante se enteró de que algunos de sus amigos nacionalistas blancos que habían condenado a las minorías por considerarlas una pérdida de dinero para la sociedad, se beneficiaban de ayudas gubernamentales. También averiguó que algunos de sus amigos nacionalistas blancos que habían denunciado con vehemencia el consumo de drogas aun  cuando ellos mismos las consumían.

Pero para Hardwick, el detonante fue enterarse de que uno de los nacionalistas blancos que conocía, una persona que creía que los afroamericanos eran responsables de la mayor parte de las agresiones sexuales en EE.UU., estaba fichado como delincuente sexual.

Fue cuando decidió pedir ayuda a Jenkins, con quién había desarrollado una relación de amor-odio. Le había contactado con anterioridad, al ver su rostro impreso en el panfleto,y desde entonces habían iniciado una relación por correspondencia que con el tiempo se convirtió en amistad. Pero hasta que descubrió que su amigo era un agresor sexual, no quiso renunciar a sus amigos.  

“Llamé a Daryle y le dije: “no vas a creerte esta mierda”, dijo. “Tengo que salir de ahí. No puedo aguantarlo más. Estoy metida ahí tan adentro que no sé qué hacer, pero quiero hacer algo”.

Antes de abandonar el movimiento supremacista blanco, Hardwick explicó que filtró a One People’s Project la lista de miembros de National Alliance, junto a otra información confidencial sobre la organización, que OPP difundió públicamente.

Tras informar a sus antiguos amigos que no solo ya no creía en el movimento del poder blanco, sino que estaba trabajando activamente en su contra, los supremacistas blancos amenazaron con usar la violencia contra ella y contra su familia. Su familia nunca fue atacada, pero Hardwick sufrió varios ataques.

Después de ese episodio en su vida, ha intentado mantenerse en un segundo plano.

Para toda la gente que está involucrada con el nacionalismo blanco, tiene este mensaje: “Saben que es una broma”.

“Saben que es una broma llena de hipocresía”, dijo Hardwick. “Puedo afirmar desde mi experiencia personal que mi involucración en el nacionalismo blanco no consiguió nada más que ser vista como una estúpida. No fue positivo en nada, más allá de esa falsa sensación de pertenencia y seguridad”.

“Mis amigos y yo fuimos condenados por varios cargos criminales”, continuó. “Desengaños constantes, costos constantes, luchas constantes, paranoia constante”.

Para toda la gente que quiere salir del movimiento supremacista blanco, tiene este mensaje: “Llamen y hablen con Daryle”.

“Les diría simplemente que se acerquen”, dijo. “[En OPP] hay muchas personas que estarán allí para ayudarlo, que lo guiarán en la dirección correcta, que no lo dejará en paz, que si tiene miedo o está solo a las 2 de la mañana, responderán a su llamada de teléfono”.

“Siempre hay una salida”, añadió.  “Nunca se sienta como si estuviera atrapado y no tiene a dónde ir, o atrapado en algo en lo que no cree, porque solo terminará lastimándose a sí mismo”.