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Foto: Pixabay
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Un mensaje de Pascua del 2015

Para los cristianos, la Semana Santa es el tiempo más sagrado del año.  Es un tiempo para reflexionar sobre lo que realmente significa la «buena nueva» del Evangelio.

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Para los cristianos, la Semana Santa es el tiempo más sagrado del año.  Es un tiempo para reflexionar sobre lo que realmente significa la «buena nueva» del Evangelio.
La alegría de la vida cristiana comienza en Navidad, pero da sus frutos en el otro lado del Calvario. No importa lo inteligente o talentoso o privilegiado que seamos, ninguno de nosotros puede evitar los sufrimientos que trae la vida diariamente. Qué hacer con esos sufrimientos  determina el curso de nuestras vidas; podemos permitir que nos destrocen, o que nos abran para convertirnos en algo mejor que nuestro viejo ser. San Juan Pablo II describió la Biblia como «El gran libro de Dios acerca del sufrimiento». Se refería a que la Escritura es la historia de la voluntad de Dios a sufrir por la humanidad y su llamado a cada uno de nosotros a unir nuestras propias luchas a la suya en la sanación de la maldad y el dolor en el mundo. Alegría real, alegría perdurable –como el papa Francisco tan poderosamente dice en el Evangelio de la alegría– proviene de nuestra solidaridad con los demás.
La Cruz es el medio por el cual Jesús logra nuestra redención. Sólo compartiendo esa experiencia con él, podemos resucitar con él en la Pascua; en otras palabras, no hay resurrección sin crucifixión. En ofrecer a Dios las penas y sufrimientos que cada uno de nosotros enfrentamos diariamente, y en trabajar para aliviar los dolores y sufrimientos de los demás, nos unimos a Jesús. Compartimos en su sacrificio por el mundo... pero también compartimos en la recompensa, pues nos saca con él de la muerte a una nueva vida en Semana Santa. Por lo tanto, cuando hablamos sobre el mensaje del Evangelio de alegría y esperanza, esto es lo que queremos decir: la alegría de la vida restaurada; y nuestra confianza en que al morir, viviremos para siempre en el Señor.
Al comenzar el Triduo Pascual –las maravillosas y conmovedoras celebraciones sacramentales de Jueves Santo, Viernes Santo y la Vigilia Pascual– que Dios nos conceda el don del encuentro con Jesucristo como Salvador... en la Eucaristía, en la Cruz y más allá de la tumba vacía.

¡Jesucristo es nuestro liberador! ¡Jesucristo es el Señor! Que su paz llene a cada uno de ustedes,  y a quienes aman, en los próximos días y durante todo el tiempo de Pascua.