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Sacando brillo a la verdad

Sacando brillo a la verdad

Lucia Berlin (Juneau, Alaska, 1936-Marina del Rey, California, 2004) empezó a escribir de jovencita, pero en vida fue una escritora desconocida. Hija de un ingeniero de minas, pasó la mayor parte de su infancia y juventud en diversas ciudades mineras del Oeste - Idaho, Montana, Kentucky-, hasta que su padre se marchó a la guerra y ella y su madre se trasladaron a El Paso, en Mexico, donde vivía su abuelo materno.

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Lucia Berlin (Juneau, Alaska, 1936-Marina del Rey, California, 2004) empezó a escribir de jovencita, pero en vida fue una escritora desconocida. Hija de un ingeniero de minas, pasó la mayor parte de su infancia y juventud en diversas ciudades mineras del Oeste - Idaho, Montana, Kentucky-, hasta que su padre se marchó a la guerra y ella y su madre se trasladaron a El Paso, en Mexico, donde vivía su abuelo materno. Tras una vida agitada, con tres matrimonios frustrados y graves problemas de salud (sufrió escoliosis desde niña), obtuvo una plaza de profesora de escritura en la universidad de Boulder, en Colorado, y por fin pudo asentar un poco su vida. Berlin vivió cuatro años en Colorado antes de enfermar de cáncer. La autora falleció en California en el 2004 sin haber podido disfrutar de la fama que se merecía. Su popularidad ha ido in crescendo en la última década, después de que una editorial de Nueva York decidiera publicar una compilación de 43 relatos cortos de la autora bajo el nombre: Manual para Mujeres de la Limpieza, que es a la vez el título de una de las historias.

Escritas entre 1960 y 1990, se trata de 43 historias autobiográficas que reflejan la vida de Lucia Berlin: desastrosa, irónica, humana. La mayoría de ellas se inspiran en los múltiples empleos que se vio forzada a tomar para poder sustentar su vida de madre soltera y escritora, y también los lugares donde vivió, desde su infancia en el Midwest y en Texas, a su adolescencia en Santiago de Chile. De adulta fue una bohemia en el Nueva York de los 50 y enfermera y mujer de la limpieza en Oakland en los 70; a parte, arrastró tres matrimonios fallidos y un problema grave con el alcohol. Lucia era una superviviente. 

En uno de sus relatos, "Libreta de notas de la Unidad de Urgencias, 1977", una enfermera le ordena a un hombre desconsolado por la reciente muerte de su esposa que deje de llorar: "Simplemente, no servirá para nada, Sr. Alderly".  "Nada servirá. Es todo lo que puedo hacer. Déjeme solo", le responde él. 

En "Su primera sesión de Detox", Berlin  expone su propio problema con el alcohol; en “Incontrolable”, narra los esfuerzos de una mujer por sobrevivir hasta que abra la licorería, a la mañana siguiente. “Deseó haber tenido un perro para sacarlo a pasear. Lo sé, se rio, le preguntaré a los vecinos si me prestan su perro. Todos los vecinos habían dejado de hablarla”, escribe. Los textos de Berlin son crueles con los detalles, y a la vez divertidos.

“Le dije a mi madre que quería hacerme católica. A ella y a mi abuelo les dio un ataque. Él quería que volvería al colegio Vilas, pero mi madre dijo que no, que estaba lleno de mexicanos y delincuentes juveniles. Le dije que también había muchos mexicanos en el Saint Joseph’s, pero me respondió que eran de buena familia. ¿Nosotros somos una buena familia? No lo sabía”, escribe Berlin en “Estrellas y Santos”, un relato basado en su infancia en El Paso, donde vivía su abuelo materno, un dentista alcohólico.

En el relato que lleva por título “Manual para mujer de la limpieza”, Berlin se inspira en su propia experiencia como empleada del hogar para varias familias de Oakland. Familias diferentes y diversas, como América. “Intenta trabajar para judíos o negros. Te pagan la comida. Pero la mayor parte de las mujeres judías o negras respetan el trabajo, y no se avergüenzan de pasarse el día sin hacer nada en absoluto. ¿Por algo te pagan, no?”, escribe.

A medio camino entre periodista y escritora, Lucia Berlin es una observadora nata, presta atención al mínimo detalle, desde el más banal al más conmovedor. Para justificar su poder de observación, cita a su madre: “Nos hemos acordado de tus bromas y de tu forma de mirar las cosas, nunca se te pasa nada por alto. Hemos heredado esto de ti. Observar”, escribe en “Mama”.

Como escritora autobiográfica, Lucia Berlin también usó sus historias para reflexionar sobre su manera de entender la escritura y de robar escenas de la vida real para construir una narración de ficción. En “Punto de vista”, la autora crea un personaje llamado Henrietta, una mujer de unos 50 años, soltera, enamorada de su jefe, un prestigioso nefrólogo. “Dr. B está basado en un nefrólogo para quién trabajé un tiempo. Sin duda, no estaba enamorada de él. Pero alguna vez bromeaba y decía que teníamos una relación de amor-odio. Era tan odioso que me debió recordar en que se acaban convirtiendo algunos líos amorosos” , escribió Berlin, que se casó tres veces. Su personaje, Henrietta, se siente sola, y odia los domingos. “Me cuesta mucho escribir sobre los Domingos. Retratar el hondo sentimiento de vacío de los Domingos. No hay correo ni cortadoras de césped a lo lejos, la desesperación.”

En los años 90, Berlin aceptó un puesto de escritora invitada en la Universidad de Colorado, en Boulder, y pronto fue ascendida a profesora Asociada. Finalmente, tenía un trabajo que se correspondía con sus aptitudes y capacidades. Pero le duró poco. Al cabo de cuatro años, Berlin enfermó de cáncer y se mudó a California, donde falleció, en 2004. Se marchó de este mundo sin haber saboreado el éxito posterior de sus escritos. Hoy en día, su obra se encuentra traducida a 23 idiomas.

“Más que recrearse en las dificultades que tenía, o salir a la caza de soluciones ilusorias, los personajes de Berlin parecen acomodarse a sus retos, avanzan lentamente hacia sus dificultades y buscan una manera de mantenerse en pie sobre sus mareas y suelos torcidos”, concluye Laird Hunt, ex alumno de Lucia Berlin, en el Washington Post. Y quizás esta sea la lección de vida de Lucía Berlin: los desastres deben encajarse con normalidad.