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Nasheli Juliana Ortiz-González siempre ha utilizado materiales reciclados como parte de su proceso de creación. Foto: Samantha Laub / AL DÍA  News
Nasheli Juliana Ortiz-González siempre ha utilizado materiales reciclados como parte de su proceso de creación. Foto: Samantha Laub / AL DÍA  News

Nasheli Juliana: Una pasarela hacia el cambio

La diseñadora puertorriqueña y presidenta del departamento de Moda de Moore College of Art & Design, Nasheli Juliana, trabaja para transformar el mundo de la…

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La pasarela es sinónimo de estilo, elegancia y arte; una muestra de los mejores looks, las tendencias más punteras. Pero para la diseñadora de moda puertorriqueña Nasheli Juliana Ortiz-González, la moda va más allá de lo que algunos ven como su lado más superficial: también es una vía hacia el futuro, un espacio de protesta, una flecha apuntando en una nueva dirección.

En la página principal de su website, Ortiz-González ha querido destacar una cita suya, que refleja su filosofía de trabajo: “La moda es un reflejo de la sociedad”.

Esta filosofía empezó a forjarse durante sus tiempos de activismo político en Puerto Rico. Al principio, su profesión parecía un poco incongruente entre tantos sociólogos, antropólogos y políticos que pedían cambios.

“Era muy divertido decir a la gente que era diseñadora de moda. Puede parecer algo banal, pero cuando empecé a estudiar moda, y a descubrir cómo la moda ha empoderado movimientos sociales y servido para unir a la gente a luchar contra las injusticias, fue cuando comencé a decir: la moda es un reflejo de la sociedad”, explica Ortiz-González.

El propósito de conectar la moda con lo que ocurre en la sociedad ha sido el tema central de la última colección de Ortiz-González, llamada Suora –que significa “hermana” en italiano– que le ha permitido aparecer en las páginas de Vogue y ganar el premio al Mejor Diseñador Emergente en los Premios Internacionales del Diseño 2017.

El concepto que une sus sorprendentes e innovadores diseños surgió de su experiencia personal en las protestas por la muerte de Michael Brown en un tiroteo con la policía el verano de 2014 en Ferguson, Missouri, cerca de  la Universidad de Lindenwood, donde Ortiz-González estaba dando clases en ese momento.

Mientras apoyaba a los manifestantes en Ferguson, Ortiz-González se reunió con un grupo de monjas de la orden de las Hermanas Loretto que también estaban allí en apoyo de los manifestantes para protestar contra la brutalidad policial. Cuando Ortiz-González le preguntó a una de las monjas por qué decidió hacerse monja, la mujer le respondió que fue porque tiempo atrás, cuando tuvo la opción de casarse con un hombre o casarse con Dios, optó por casarse con Dios.

Ortiz-González pensó que era “una declaración muy feminista, y es por eso que decidí hacer esta colección. Porque las monjas son las madres de toda una comunidad”.

“Cada una de mis colecciones responde a algo muy personal, es parte de mi estilo de vida, de mi vida diaria”, afirmó.

Incluso el accesorio característico del estilo personal de Ortiz-González –tiene más de 30 pares de anteojos recetados– es tan simbólico como divertido y expresivo. La moda, según Ortiz-González, no consiste solo en mostrar prendas para que el mundo consuma. Se trata de ver el mundo –su entorno, las estructuras existentes que nos definen– con un poco más de claridad, a través de una lente y luego de otra, hasta que todos los elementos entren en foco.

Es esta visión de la industria y el deseo de sacudir el establishment de la moda lo que han permitido a Ortiz-González redefinir el Departamento de Diseño de Moda del Moore College of Art & Design, la única universidad femenina de artes visuales del país, que ella preside desde hace un año. Tras ser nombrada presidenta, en agosto del año pasado, Ortiz-González ha revisado el plan de estudios, introduciendo más elementos de identidad cultural y patrimonio, justicia social y sostenibilidad en la estructura y el contenido de las clases, y alentando a los estudiantes a trabajar en un entorno abierto más colaborativo.

Orgullo puertorriqueño

Nacida y criada en Puerto Rico, Ortiz-González se ha mantenido fiel a sus raíces y a su identidad boricua, dejando claro que no se ve a ella misma como “americana”, a pesar de que la isla de su infancia, de su familia, es territorio estadounidense. En la conversación mantenida en la redacción de AL DÍA, Ortiz-González recordó como la primera vez que participó en un desfile de moda en Londres fue registrada como “americana” y llamó por teléfono para pedir que cambiaran su nacionalidad a “puertorriqueña”.

“Me mudé a los EE. UU. hace seis años, nací y crecí en Puerto Rico. Me marché de la isla por la situación política y la crisis económica en la que estamos metidos”, dijo. “Soy parte de la diáspora solo por necesidad. Y tan pronto como pueda volver, regresaré… Nada, nada puede compararse a mi isla”.

Son estas experiencias de juventud en Caguas, Puerto Rico, las que la ayudaron a desarrollar su amor y talento por el diseño de moda, que ha acabado convirtiéndose en su carrera y pasión a tiempo completo.

Tras sufrir una meningitis de niña, sufrió varios problemas de aprendizaje y desarrollo. Por ese motivo, su madre quiso enviarla a una escuela de formación profesional, así que estudió en un colegio donde aprendió todas las técnicas de la industria, como costura, corte, confección, y más.

Ortiz-González fue escalando en el sector de la moda, pero el viaje no fue fácil:

“Ha sido muy difícil, tengo muchas desventajas a mi favor. La moda puede ser muy clasista y muy sexista, y los latinos apenas tienen representación”, dijo.

Ortiz-González se marchó de la isla para estudiar una Maestría en el Savannah College of Art & Design, en Florida, y después fue profesora en la universidad Lindenwood de St. Louis, Missouri, antes de llegar a Filadelfia. Pero Puerto Rico siempre ha viajado con ella.

“Ahora pienso que después de todo lo ocurrido en los últimos ocho meses, hay muchos proyectos en marcha en los que puedo ayudar y participar… Estoy trabajando para estar más presente en Puerto Rico y colaborar, de alguna forma, a que realmente pueda regresar”, explicó Ortiz-González.

Cuando se refiere a “todo lo que ocurrió”, la mayoría de los ciudadanos estadounidenses del continente sabrán que se refiere al huracán María, que azotó Puerto Rico el pasado 20 de septiembre, dejando tras de sí una huella de devastación que la isla todavía sufre. Pero lo que muchos no saben es el contexto en el que ocurrió el huracán: años de políticas financieras que forzaron a la isla a una crisis económica, la horrible falta de respuesta por parte de la FEMA mientras miles de puertorriqueños permanecían sin luz ni electricidad durante los meses posteriores a la tormenta.

Ortiz-González quiso ayudar a sus familiares y amigos en la isla como pudo, a pesar de la impotencia que sintió por no poder hacer mucho más que enviar provisiones y atender las necesidades de los desplazados por el huracán que llegaban a Filadelfia.

Sin embargo, sus esfuerzos lograron marcar una diferencia en la vida de una estudiantede diseño puertorriqueña desplazada en Florida por el María.

Capeando el María

Para Ashleen Castillo, la posibilidad de poder continuar sus estudios de Diseño de Moda en el Moore College fue luz al final del túnel después de los días oscuros que siguieron al huracán María. Días en los que todo se convirtió en un desafío –¿dónde hallar agua?, ¿hay señal cerca?–, además del sufrimiento de ver a tanta gente perderlo todo y de tener que dejar atrás a su familia para mudarse a Florida para trabajar y poder recuperarse del impacto del huracán.

Castillo se marchó a los Estados Unidos con su padre, dejando atrás su casa en Cayey, en las montañas de Puerto Rico, pocas semanas después de que la tormenta devastara la isla.Se instalaron en Florida con su familia, trabajando en varios empleos para ahorrar dinero –¿para qué? Aún no está segura– hasta que vio una publicación en Facebook que, literalmente, cambiaría el curso de su vida.

Después del huracán María, Ortiz-González subió una publicación en Facebook animando a cualquier estudiante de diseño puertorriqueña que estuviera interesada en continuar sus estudios a, con su ayuda, solicitar una transferencia al Moore College a mitad de semestre. Castillo fue la única entre las diversas estudiantes que se pusieron en contacto con Ortiz-González que prosiguió con el proceso, y se mudó a Filadelfia en enero para retomar sus estudios de Moda.

Adaptarse a un nuevo entorno y una carga de trabajo más intensa no ha sido fácil, pero Castillo dice que el viaje iniciado tras el María la ayudó a crecer y a profundizar en su trabajo.

“No soy la misma persona que hace seis meses, o incluso hace tres meses. Tuve que crecer muy rápido, pero me siento muy bien y el trabajo que estoy haciendo ahora es de otro nivel. No lo digo de forma egocéntrica, sino por mí, he aprendido mucho aquí, y los profesores son muy buenos”, dijo Castillo.

“Fue una gran bendición, y le estoy muy agradecida a Nasheli por haberme dado ese empujón”, añadió.

De forma muy similar a su mentora, Castillo se inspira para sus diseños en los acontecimientos y desafíos de su propia vida.

“Cada uno de mis trabajos, de mis proyectos, refleja algo que estoy trabajando en mí misma. Cuenta una historia”, explicó Castillo para describir la colección que acaba de presentar en el desfile de moda de Moore College, que tuvo lugar el pasado 11 de mayo en la Barnes Foundation. En cada una de las prendas, Castillo incluyó símbolos, como el ojo del huracán en la parte trasera de una chaqueta, o un atuendo que se enrosca hasta el cuello, que representa los desafíos económicos que Puerto Rico ha sufrido desde la crisis financiera de 2015.

Y, al igual que Ortiz-González, Castillo se empeña en centrar su trabajo en su tierra natal.

“Cuando diseño una prenda, me gusta incorporar un elemento visual que dé a entender que es de Puerto Rico, pero que no necesariamente se vea como un atuendo típico, sino que pueda entenderse que proviene de alguien que es boricua. O de alguien que quiere contar una historia de la cultura puertorriqueña”, concluyó.

El futuro está en la moda sostenible 

Tanto para Nasheli como para Ashleen, el verdadero poder de la moda en su particular relación con Puerto Rico radica en su potencial para transformar la mentalidad consumista y explotadora que reina en los EE. UU. y más allá.

“Creo que el diseño debe estar al servicio de los humanos. Y si el diseño está dañando a los humanos, está rompiendo los fundamentos del campo... Tenemos que replantearnos muchas cosas, tenemos que retroceder un poco en términos de diseño y moda, porque no podemos comernos la ropa, y no podemos comernos el dinero”, dijo Ortiz-González, agregando que es esencial para nosotros “[volver] a pensar en la moda como algo sorprendente, que tiene una buena construcción, que tiene un mensaje, que tiene poder”.

Todo esto es hoy aún más importante, dado que la moda se ha convertido en la segunda industria más contaminada del mundo, después del petróleo, explicó.

“Recuerdo que cuando era pequeña, todo el mundo tenía una máquina de coser en su casa, todo el mundo sabía cómo coser un botón, arreglar una cremallera o hacer dobladillos. Ahora, simplemente botan la prenda a la basura. Y salen y se compran lo que quieran, porque es más barato y más fácil. Y así, al final, toda la ropa termina en países en desarrollo, contaminando sus campos. Es una forma muy triste de ver el campo, pero es algo que debemos tener en cuenta y explicar todos los días”, dijo Ortiz-González.

Para la diseñadora puertorriqueña, la conexión con la sostenibilidad siempre ha estado presente en su trabajo.

“No he tenido los recursos que suele tener la gente en este sector, así que incluso en la escuela siempre tuve que hacer mis proyectos con materiales reutilizados”, señaló. “Pero al final fue increíble, porque estaba trabajando de forma sostenible antes de que fuera una tendencia”.

“Lo triste es que Latinoamérica tiene vínculos muy estrechos con el uso de telas y textiles, y tenemos diseñadores increíbles que el mundo desconoce”, continuó Ortiz-González, quien tuvo la experiencia de trabajar con tejedoras indígenas en Guatemala para ayudarlas a conseguir los derechos de autor para sus obras, un tema bastante conflictivo en el pasado.

El huracán María y sus secuelas también han dejado una marca indeleble en el trabajo de Castillo como diseñadora y en sus objetivos de contribuir a la sociedad.

“Veo la vida de manera tan diferente”, dijo. “Cuando experimentas algo así, piensas: ‘Tengo tanta suerte de estar viva’. Mucha gente murió. Mucha gente lo perdió todo. Entonces todo cambió, incluso la forma de pensar sobre el diseño. Ahora es como si pensara más en lo que la gente realmente necesita y en cómo puedo ayudar a las personas necesitadas, y en cómo puede un cliente conocer mi producto y la narrativa de mi trabajo”.

Ortiz-González y su compatriota están uniendo fuerzas con muchos otros diseñadores y artistas de Puerto Rico para transformar la realidad actual y el futuro de la isla: un diseño y una pasarela al mismo tiempo.