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Unos 25 inmigrantes de origen subsahariano permanecen encaramados en la parte alta de la valla de Melilla y forman parte de un grupo que ha intentado acceder a la ciudad autónoma sobre las 09.00 horas. Los inmigrantes están en la zona de Aguadú, la parte más al norte del perímetro de Melilla. EFE
 
 
Unos 25 inmigrantes de origen subsahariano permanecen encaramados en la parte alta de la valla de Melilla y forman parte de un grupo que ha intentado acceder a la ciudad autónoma sobre las 09.00 horas. Los inmigrantes están en la zona de Aguadú, la parte…

Los muros de Europa que inspiran a Trump

La historia reciente de Europa está marcada por el Telón de Acero que separó dos formas de entender la vida, la capitalista y la comunista, durante casi 30 años. Un cuarto de siglo después de celebrar un continente en el que cada vez desaparecían más muros, los Estados miembros de la Unión Europea han dado marcha atrás y comenzado a blindarse de nuevo, esta vez para tratar de evitar la llegada de cientos de miles de refugiados de Siria, Irak o Afganistán.

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La historia reciente de Europa está marcada por el Telón de Acero que separó dos formas de entender la vida, la capitalista y la comunista, durante casi 30 años. Un cuarto de siglo después de celebrar un continente en el que cada vez desaparecían más muros, los Estados miembros de la Unión Europea han dado marcha atrás y comenzado a blindarse de nuevo, esta vez para tratar de evitar la llegada de cientos de miles de refugiados de Siria, Irak o Afganistán. Estas estrategias han inspirado al presidente Donald Trump en su propuesta para la construcción de un muro que impida la llegada de migrantes de forma ilegal desde México. 

Como desvelaba el Washington Post durante la campaña electoral, Trump confundió la valla de Melilla, una de las puertas desde África a Europa que separa Marruecos de la ciudad autónoma española en territorio africano, con la frontera con México. En el anuncio de 30 segundos aparecía uno de los saltos masivos a la valla que se producen en la frontera de Europa Sur, para recordar su propuesta de levantar un gran muro que evite la entrada de personas. Las imágenes correspondían en realidad a una grabación de 2014. De todas maneras, ésa es la valla precursora de la política de muros de la Europa moderna y la inspiradora del que quiere construir Trump. 

La valla de Melilla, que en realidad son dos, dejando un espacio de “tierra de nadie” en el medio donde se vulneran diariamente los derechos humanos, empezó a construirse en 1998 midiendo tres metros de altura. En su momento, costó casi 35 millones de dólares. Tras la crisis de migrantes del otoño de 2005, se elevó hasta los 6 metros. Hoy en día son 12 kilómetros de valla doble con una sirga tridimensional de 3 metros entre ellas, plagada de puestos de vigilancia, caminos entre las vallas para el paso de vehículos, sensores de ruido y movimiento o equipos de visión nocturna y cámaras térmicas. Además, recientemente se le ha añadido una malla metálica en la que es prácticamente imposible meter los dedos para ayudarse a trepar. 

La parte más polémica de estas vallas son las concertinas, unas cuchillas que se instalaron en 2005 con el fin de desalentar a quienes intentaran cruzar la frontera y que causaban profundos cortes a quienes lo intentaban. Las denuncias masivas de distintos colectivos consiguieron que el gobierno del socialista Rodríguez Zapatero que las había instalado, las retirara en 2007. Pero en 2013, el ejecutivo del conservador Mariano Rajoy volvió a colocarlas en un tercio del recorrido. A pesar de ello, miles de inmigrantes y refugiados que huyen de la guerra y el hambre consiguen saltar cada año. 

No contentos con los muros ya existentes, los diferentes Estados miembros han construido nuevas barreras para intentar frenar la llegada de refugiados. Uno de los más temidos es el muro de la llamada Jungla de Calais, un campamento improvisado en Francia en el que esperan quienes intentan colarse en los camiones que cruzan a Reino Unido a través del Canal de la Mancha. Tiene cuatro metros de altura y un kilómetro de longitud. Su construcción, que costeó el gobierno británico a pesar de encontrarse en suelo francés, ascendió a 2,7 millones de dólares.

 

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Calais es una de las últimas paradas en el recorrido de los refugiados en busca de una nueva vida. Tras superar la frontera marítima entre Grecia y Turquía, deben enfrentarse a los Balcanes, la región fría que se interpone entre el Mediterráneo y Alemania, destino de la mayoría de ellos. La primera frontera y la más complicada es la que separa Grecia de Macedonia, donde los refugiados recién llegados a la UE vuelven a abandonarla. Una valla plagada de concertinas junto a un agresivo ejército y policía, combaten la llegada de migrantes. 

Si consiguen cruzar ese umbral, se encontrarán una valla de espino de 175 kilómetros entre Serbia y Hungría, la siguiente entrada de nuevo a la UE. El gobierno del conservador Viktor Orban, acusado de actitudes poco democráticas en su país, impone penas de 3 años de prisión a quienes crucen la frontera de forma ilegal. En 2015, casi 400.000 personas atravesaron el país de camino al centro de Europa. Si no fuera porque da miedo, que la caída del Telón de Acero empezara por un corte en la alambrada entre Hungría y Austria podría desencadenar la risa. 

No será suficiente. La última frontera antes de llegar a Alemania, la que separa Austria de Eslovenia, también fue sellada por alambres de espino que tienen más de 4 kilómetros de extensión y 12 controles en los pasos fronterizos que se han intensificado en los últimos meses. Como reacción, Eslovenia amenaza con levantar un muro parecido en su frontera con Croacia, como si de fichas de dominó se tratara. 

La Europa fortaleza también se acoraza en el Círculo Polar Ártico, entre Noruega y Rusia. El primero quiere construir un muro de acero de cuatro metros de alto con la excusa de reforzar la seguridad en una de las puertas a la zona Schengen, el acuerdo que establece la libre circulación de ciudadanos europeos entre los países del continente. 

Según un análisis de Reuters, Europa se ha gastado casi 600 millones de dólares en construir 1.200 kilómetros de valla desde la caída del Muro de Berlín. La cifra equivale a casi el 40% de la frontera entre Estados Unidos y México. 

Pero la valla más efectiva y a la vez monstruosa es la que no se ve. Europa firmó en marzo de 2016 un acuerdo con Turquía por el que el país internaba a todos los migrantes en centros de detención, con el objetivo de frenar la llegada masiva de personas en busca de asilo. Pero no fue suficiente. La guerra de Siria y la falta de vías legales para pedir asilo en algún país de la UE sin jugarse la vida siguen empujando a cientos de personas en brazos de la mafia cada día, según datos de Frontex, la agencia europea para el control de fronteras. Diversas ONG han advertido de que el acuerdo vulnera los tratados internacionales de derechos humanos y creen que Turquía no asegura la protección de los refugiados. De momento, no han tenido éxito. 

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