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Guillermo Cano (l) and Gabriel García Márquez (r). elespectador.com
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El escritor colombiano Gabriel García Márquez, ganador del Premio Nobel, solía decir que el acto de escribir estaba compuesto por “un 1 por ciento de inspiración y un 99 por ciento de transpiración”.

El venerado autor de ‘100 años de Soledad’ simplemente se refería al hecho de que el trabajo de un escritor no difiere mucho del que hace un herrero. La única diferencia son las herramientas. Pues el objetivo, la belleza del producto final, es esencialmente el mismo.

García Márquez, quien a día de hoy está considerado uno de los maestros de la literatura en todo el mundo, hablaba de una verdad que tampoco resultó desconocida para otros escritores a los que admiraba y respetaba.

Ernest Hemingway, por ejemplo, le enseñó “la profesión”, aseguró, no tanto la inspiración o el estilo, el cual dijo que aprendió más de Faulkner o Kafka.

Hemingway, solía decir, le descubrió las herramientas del oficio, debido a ese enfoque práctico que caracterizaba al escritor estadounidense.

García Márquez incluso confesó que era un mal escritor, no el genio que la gente creía que era, sino alguien que, por pura voluntad y práctica cotidiana, estiró el brazo y mejoró su capacidad de escribir.

En un ensayo que escribió en Argentina, aseguró además, que era simplemente un “costeño” (“corroncho”, en español colombiano), que se humilló a sí mismo para mejorar su falta de capacidad innata.

Solo gracias a esta actitud, García Márquez, un simple periodista de la costa colombiana, se convirtió en el célebre periodista de ‘El Espectador’, que continuó desafiando a través de sus palabras a la entonces intocable junta militar (que estaba en el poder en Colombia).

Inicialmente escribió ‘Relato de un Náufrago’ —uno de sus libros más conocidos—, como una serie de artículos en ‘El Espectador’ que casi derroca a un gobierno nacional en Bogotá. Su escritura se había vuelto increíblemente poderosa.

Necesitó otros 15-30 años de práctica para finalmente adquirir las habilidades para crear esa obra maestra titulada ‘100 años de soledad’, que le hizo famoso en todo el mundo.

Él no era Hemingway, pero García Márquez es, sin duda, una de esas rara avis que nos ha dejado los secretos mejor guardados de la profesión.

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