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Demi Lovato. EFE

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La enfermedad mental ha sido una condición constante en la historia de la humanidad. Michel Foucault (Francia, 1926-1984) dedicó una de sus obras al análisis histórico de las enfermedades que aquejan el sistema nervioso, identificándoles durante el Renacimiento como portadores de gran sabiduría, como individuos marginados durante la Edad Media y como confinados durante la época moderna, considerando la separación física del enfermo como un hito importante en el desarrollo de la medicina y del estudio de la psique. 

La separación del individuo de su espacio habitual y su confinamiento sugirieron la transformación de la enfermedad mental en un tabú social, indicativo de debilidad, monstruosidad y hasta peligro para la sociedad. La cultura visual también ha colaborado con la mitificación del enfermo mental, véase los casos de One flewover the cuckoo’s nest de Milos Forman (1975), The Shining de Stanley Kubrick(1980), The Fight Club de David Fincher (1999) o A Beautiful Mind de Ron Howard (2001), películas que si bien acercaron al espectador a realidades otrora reservadas para los fórum psiquiátricos, también enajenan la condición mental a un escenario neurótico y hasta espeluznante.

Luego del surgimiento del psicoanálisis, la mente se transformaría en un territorio desconocido para la gente común, donde los tormentos y las condiciones atípicas formaban parte de sociedades distanciadas y marginales merecedoras de, en el más tenebroso de los episodios, aislamiento en campos de concentración. La genialidad, por su parte, mantuvo cierta distancia fluctuante con las inestabilidades emocionales, determinando, sobretodo a partir de los años 50, un giro en la percepción de las condiciones psíquicas irregulares. Las terapias electro convulsivas para el tratamiento de la homosexualidad, por ejemplo, se han transformado en cuadros repetitivos en la cultura popular, abriendo aún más la brecha entre la enfermedad mental y la normatividad.

Pero fue el mismo psicoanálisis, con su constructo de simbolismos (diván, gafas, cuaderno de anotaciones) el que permitiría a la comunidad ciertos elementos lingüísticos para referirse a las enfermedades mentales. Aunado a ello, ciertos cuadros clínicos como el Estrés Post Traumático (PTS, por sus siglas en inglés) se colaron en la jerga coloquial, quizás en un impulso expiatorio de los gobiernos por alivianar las secuelas de conflictos como la Guerra de Vietnam, quizás como antecedente a lo que Woody Allen luego consagraría en su famosa Annie Hall (1978) donde la Anhedonia (título original de la obra) o “incapacidad para disfrutar la vida” acercó muchísimo más al público a la normalización de la enfermedad mental, así como a la desmitificación de la terapia, tema constante también en sus obras más tempranas y que se transformaría en un lugar común en su trayectoria. 

Esta integración de la terapia y de las condiciones “más comunes” de la inestabilidad emocional y psíquica, por parte de la gran pantalla, ha facilitado la normalización del discurso psiquiátrico en la comunidad menos especializada. “Depresión”, “Ansiedad” y “Estrés” son ahora términos comunes y vulgares que hasta han perdido su especificidad con el transcurrir del tiempo. 

Fue a partir de los años 70 que la terapia psicoanalítica pasó a formar parte de un discurso incluso elitista, donde la búsqueda chamánica del bienestar se ancló como pilar de la ridiculización de los problemas comunes, haciéndoles pasar por aflicciones de sociedades pudientes. Mientras algunos luchaban por conseguir el pan de cada día, ¿quiénes tendrían tiempo para preocuparse por traumas de la infancia?

Circunstancias públicas como la masacre de Columbine y el suicidio de KurtCobain, volvieron a poner sobre la mesa el cuestionamiento de los trastornos de la personalidad y su alcance en las poblaciones adolescentes. Durante la primera década del siglo XXI, sería el bullying y sus vertientes digitales, así como las enfermedades de retraimiento y sociopatía producto de la vertiginosidad de las redes sociales, lo que decantaría una vez por todas en la discusión pública y frontal sobre las enfermedades mentales. 

Según la OMS, se calcula que un 20% de la población infantil padece algún tipo de trastorno mental, de los cuales un 23% son por consumo de sustancias tóxicas. La misma organización calcula que anualmente se suicidan 800.000 personas, y que gran parte de los trastornos surgen por otros cuadros clínicos como el contagio de enfermedades crónicas. La violación de los derechos humanos en pacientes psiquiátricos ha aumentado exponencialmente con el transcurrir de los años, sobretodo en sociedades con crisis socioeconómicas, quienes a su vez poseen menos recursos para la dotación de centros de asistencia de salud mental, existiendo una tasa de 0,05 psiquiatras y 0,42 enfermeras psiquiátricas por cada 100.000 habitantes.

Hoy en día, el reto puntual es la normalización del enfermo mental y su inclusión dentro de la sociedad, a través de la gestación de sistemas económicos que permitan el acceso al tratamiento y programas sociales de educación y apoyo. Pero uno de los rasgos más importantes de nuestra generación ha sido el discurso público de personajes reconocidos sobre las enfermedades que padecen, en un impulso de desmantelar los mitos y tabús que encarcelan la enfermedad mental. 

 

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9 celebridades con enfermedad mental

Robin Williams, (1951-2014)

Comediante y actor estadounidense reconocido por sus actuaciones en películas como Mrs. Doubtfire, Jumanji, Good Morning Vietnam, Patch Adams y Dead Poets Society. Tras años de lucha contra la adicción a la cocaína y al alcohol, Robin Williams finalmente decidió quitarse la vida ahorcándose con un cinturón. Hacia el final de su vida había desarrollado una enfermedad neurodegenerativa denominada Demencia de Cuerpos de Lewy que además cursa con una sintomatología depresiva. El hombre que había hecho reír a tantos durante años no consiguió detener los efectos colaterales de sus adicciones ni la depresión que suele acompañar a enfermedades como el Parkinson, y cuyo conocimiento público es muy escaso.

Brian Wilson, (1942)

Mejor conocido como el fundador y uno de los vocalistas de The Beach Boys, Brian Wilson es considerado uno de los compositores más importantes en la historia de la música. Por sus aproximaciones al proceso compositivo, trabajando en más de dos docenas de top 40, Wilson es un pionero y una gran influencia en la música popular. Pero también es reconocido por su compleja personalidad. Entre el abuso de tóxicos durante gran parte de su carrera, Wilson desarrolló lo que más tarde se denominaría “trastorno esquizoafectivo”, con episodios de alucinaciones, paranoia y otras distorsiones de la realidad. Tras dos intervenciones poco convencionales de la mano del Dr. Eugene Landy, Brian Wilson no sólo recuperó gran parte de sus logros con su banda original, sino también su creatividad para su carrera solista.

Jim Carrey, (1962)

Aclamado comediante y actor, Jim Carrey es mejor conocido por sus papeles como Ace Ventura: Pet Detective, The Mask, Batman Forever y The Truman Show. Ha hecho pública su lucha contra la depresión a través del abandono de fármacos y de cualquier otro estimulante del sistema nervioso.

Megan Fox (1986)

La actriz y modelo estadounidense ha sido catalogada como símbolo sexual y como una de las mujeres más hermosas del planeta. Su vida en la escena pública le ha permitido referirse a la enfermedad mental de maneras despectivas, en un constante miedo de caer en el estereotipo de Marylin Monroe. Sus reconocidos impulsos y temperamento solitario han despertado diagnósticos inconclusos sobre un posible trastorno limítrofe de la personalidad. Lo que realmente vale la pena rescatar es que no todos los discursos públicos sobre la enfermedad mental permiten su democratización.

Jennifer Lawrence (1990)

La actriz ganadora del Oscar por su actuación en Silver Linnings Playbook (2012) y reconocida por sus participaciones en la saga de los X-Men, así como en la trilogía de The Hunger Games, ha hablado públicamente sobre su lucha contra la fobia social durante la adolescencia, asegurando que la incursión en la actuación funcionó de manera terapéutica. Es fundamental que una de las mujeres más influyentes en el mundo (según Forbes, Time y Elle) hable públicamente sobre algunas condiciones que afectan a la población sin ningún tipo de distinción. 

Michael Phelps (1985)

Nadador profesional Estadounidense, Michael Phelps es el competidor olímpico más premiado de la historia, con un total de 28 medallas. Es reconocido internacionalmente por batir récords en tres estilos diferentes y por competir a nivel internacional, manteniendo su récord durante más de cuatro años. Phelps ha tenido problemas para controlar su adicción al alcohol y a las conductas auto-agresivas. 

Demi Lovato (1992)

Lovato es una intérprete, cantautora y actriz norteamericana, conocida por su carrera en el Canal Disney y por el éxito de su álbum Here we go Again. Su carrera ha sido obstaculizada por sus excesos con tóxicos, bulimia y episodios de auto-agresión, tras los cuales decidió empezar tratamiento, diagnosticándosele un trastorno bipolar. 

Leonardo DiCaprio (1974)

El actor de Titanic y famoso vocero ambientalista, ha hecho pública su lucha contra el Trastorno Obsesivo Compulsivo, caracterizado por “pensamientos intrusivos, recurrentes y persistentes”, acompañados de inquietud, aprensión, temor o preocupaciones aparentemente irracionales, que generan conductas repetitivas denominadas compulsiones, “dirigidas a reducir la ansiedad”. El actor ha hablado abiertamente sobre su impulso a pisar todas las manchas de goma de mascar y a atravesar compulsivamente una puerta. Contrariamente al personaje que representa en El Aviador, DiCaprio se muestra seguro de poder “controlarse”. 

Carrie Fisher (1956)

Mejor conocida como la Princesa Leia en la Saga de Star Wars, Fisher es una actriz, novelista y guionista, diagnosticada con trastorno bipolar por sus cambios severos de humor aunados a un consumo importante de cocaína y medicación prescriptiva. Tras una sobredosis accidental, Fisher escribió su obra Postcards from the Edge, que daría inicio a su carrera como vocera sobre la enfermedad mental, recibiendo éste año el premio por la Universidad de Harvard Annual Outstanding Lifetime Achievement Award in Cultural Humanism, por su dedicación y activismo en la democratización de la enfermedad mental. 

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