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Pie de foto : Woddy Harrelson encabeza una familia atipica en la película 'Glass Castle'  dirigida por Destin Daniel Cretton. Credito: Jake Giles Netter/Lions Gate
Pie de foto : Woddy Harrelson encabeza una familia atipica en la película 'Glass Castle'  dirigida por Destin Daniel Cretton. Credito: Jake Giles Netter/Lions Gate

The Glass Castle : cine comercial, orden, consumismo y anarquía

The Glass Castle’ podría considerarse como una película de carretera entretenida y emotiva, salvo que no conduce a ningún lado.

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Durante un periodo narrativo de treinta años, seguimos el andar de una familia errante por zonas deprimidas de Estados Unidos durante la década de los sesenta o setenta. A la cabeza, Rex Walls, un padre excéntrico, irresponsable y fascinante (Woody Harrelson). Lo sigue su esposa, Rose Mary (Naommi Watts), artista frustrada y desfasada de la realidad. Atrás, cuatro hijos, entre los que destaca, por la conexión privilegiada con el padre, Jeannette (Brie Larson).

Simultáneamente, en imágenes intercaladas, vemos a Jeannette adulta, viviendo une lujosa vida de apariencias en Nueva York, difícilmente identificable a la niña soñadora que acostumbraba tirarse en un campo abierto a contar estrellas junto a su padre.

La historia, basada en hechos reales, es una fábula de contrastes: entre lo rural y lo urbano, la libertad y el orden, el consumismo y la anarquía, la autonomía y la presión de la mirada ajena. A su manera, suscita emociones fuertes y pone sobre la mesa, con cierta claridad, interrogantes que tarde o temprano surgen en la búsqueda de una vida plena.

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El problema es el mismo que tan a menudo compromete el valor del cine comercial estadounidense : la falta de grises, el afán de entregar un producto moralmente edificante. En la simplificación de problemáticas complejas, grandes películas han perdido el rumbo y terminan en el olvido. Tal es el caso de ‘The Glass Castle’. 

El centro del film y su punto más alto es siempre Woddy Harrelson. En el papel de Rex muestra todo su potencial interpretativo, alternado una faceta psicópata que ya ha mostrado en películas como ‘Natural Born Killer’, con la faceta dulce y cómica que lo caracteriza en ‘Indecent Proposal’.

La ambigüedad del personaje es probablemente el mayor logro de film. El padre alcohólico y tirano es también un hombre afectuoso, soñador, divertido y genial.  Es contra él que Jeannette se rebela en su vida mundana de Nueva York , solo para comprobar lo que está claro desde el inicio: que en el fondo son una misma persona.

La tensión entre padre e hija resulta emotiva y constituye sin ninguna duda el núcleo sensible de la intriga. Hablamos de un drama que funciona a nivel emocional sin nunca lograr convencer a nivel intelectual. No se trata, por supuesto, de una película imprescindible, pero tal vez, así sea solo para entretenerse durante un par de horas, merece la pena verla.