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Lakeith Stanfield en el papel de Colin Warner en “Crown Heights”. Foto: Amazon Studios
Lakeith Stanfield en el papel de Colin Warner en “Crown Heights”. Foto: Amazon Studios

Genealogía de una condena injusta: desenmascarando el sistema legal en ‘Crown Heights’

El film, dirigido por Matt Ruskin y basado en hechos reales, relata el calvario y la lucha de un joven y su mejor amigo en Brooklyn, NYC, tras una arresto…

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El 10 de abril de 1980 estalla un tiroteo en una calle de Crown Heights, Brooklyn. Colin Warner es arrestado y acusado de crímenes que no cometió. Desesperanzado, Colin recibe el apoyo incondicional de su major amigo, Carl Kang, dispuesto a probar a toda costa su libertad.  

En esta historia de amistad e injusticia social todo empieza con el arresto injustificado. Colin busca una explicación, piensa, en principio, en un carro robado, pero pronto comprende que se trata de un joven jamaiquino, Mark Hamilton, asesinado en el barrio vecino de Flatbush.

El protagonista defiende su inocencia, los policía no lo escuchan siquiera. No es que crean que mienta, es que la verdad no les interesa. Alguien debe pagar por el crimen, la sociedad necesita respuestas, y Colin es la víctima perfecta. Por un lado están sus antecedentes criminales, por el otro un testigo forzado a declarar en su contra. Aunque el testigo, a último minuto, se retracta sobre el estrado, la sentencia se mantiene: Colin es condenado a 15 años en prisión.   

Hasta aquí, nada nuevo, una historia desgarradora que sí, funciona, pero repitiendo una fórmula reciclada. El giro inesperado viene cuando el punto de vista narrativo se desplaza de Colin a su mejor amigo, entonces la acción se focaliza y, en consecuencia, gana profundidad.

Siguiendo la travesía de Carl – su transitar incansable de las oficinas del gobierno a un apartamento, de un apartamento a una casa, su empeño en revivir el caso, en debatir, en cazar abogados y, finalmente, en levantar fondos para procurarle a su amigo una defensa legítima –, el fondo de la intriga queda al descubierto. Se trata, en últimas, de una historia sobre el racismo y la dificultad para navegar el sistema institucional.   

El mundo de ‘High Crowds’ es el de la indiferencia y el abandono del estado. Afroamericanos, hispanos y asiáticos forman una confusa masa cuya vida no tiene valor. Colin y el verdadero responsable del asesinato son objetos intercambiables, lo importante para el estado es mostrar un culpable, legitimar su gestión y archivar el caso. La película explica de manera efectiva el cinismo y la perdida de sensibilidad que une a policías, agentes del sistema penitenciario y empleados de la corte.

No se trata de una explicación psicológica sino social. El objetivo no es responsabilizar individuos sino desnudar el malfuncionamiento de un engranaje legal ominoso, diseñado para atizar las fuerzas egoístas de sus operarios. 

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