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Una copia del rotativo británico  'The Observer' en el que puede verse un anuncio pagado por Facebook, donde el CEO de la red social, Marck Zuckerberg, pide disculpas por la brecha de desconfianza generada por el escándalo de Cambridge Analytica. La consultora está acusada de haber filtrado de forma ilegal los datos de más de 50 millones de perfiles de Facebook.  EFE/EPA/NEIL HALL
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Poco después de las elecciones de 2016, Brad Parscale, estratega jefe de la campaña digital de Trump, dijo a la revista Wired: “Facebook y Twitter fueron la razón por la que ganamos esto”.  Sus afirmaciones tenían una base sólida: los datos que le puso en bandeja Cambridge Analytica, la consultora británica de big data contratada por el equipo del actual presidente durante la campaña electoral, que la semana pasada fue acusada por los diarios The Guardian y The New York Times de haber filtrado de forma ilegal los datos de más de 50 millones de usuarios de Facebook para realizar perfiles electorales del votante estadounidense.

El escándalo de Cambridge Analytica ha puesto en el ojo del huracán la política de privacidad de la red social creada por Mark Zuckerberg. En la última semana, el valor de las acciones de Facebook en la bolsa an caído en picado, arrastrando miles de millones de dólares en pérdidas, a pesar de que Zuckerberg ha insistido en un comunicado que la empresa tiene como prioridad proteger la seguridad de sus usuarios.  

La cuestión que se plantean expertos y ciudadanos es por qué Facebook, si tanto se preocupa por la privacidad de datos, no hizo nada hasta el último momento para detener el filtraje de datos de Cambridge Analytica, que se produjo en 2014. Según el chivatazo de un empleado de Cambridge Analytical a The Observer (edición dominical del diario The Guardian), la consultora filtraba los datos a través de la app desarrollada por un profesor de la Universidad de Cambridge, Aleksandr Kogan, quien tenía permiso para recolectar datos de perfiles de Facebook con fines académicos. En ese momento, las políticas de compartición de datos de Facebook eran mucho más permisivas que ahora: simplemente autorizando el uso de una app, los desarrolladores de una app podían acceder a información personal de los usuarios que se la instalaran, desde edad y afiliación religiosa, a los datos de sus amigos o su posición laboral.

El pasado miércoles, Zuckerberg publicó un comunicado en la red social para abordar el escándalo de Cambridge Analytica y alegó que la red social “trabajaría para mejorar la seguridad de la plataforma y conseguir una comunidad más segura para que todo el mundo pueda tirar adelante”.  (“We will learn from this experience to secure our platform further and make our community safer for everyone going forward.”). Sin embargo, no admitió que la filtración fuera culpa suya o de Facebook.

Zuckerberg es consciente de la presión social creciente sobre su compañía, acusada de poder interferir en el resultado de elecciones electorales en todo el mundo ante la falta de capacidad para controlar las fake news o la expansión de cuentas de usuario falsas que pueden expandir opiniones políticas favorables a una fuerza política, entre otras razones. El pasado otoño, Zuckerberg ya publicó un post en Facebook para abordad las críticas cada vez más extensas a que su empresa está exacerbando la polarización política:

“Trabajaremos para asegurar la integridad de elecciones libres y justas en todo el mundo, y para asegurar que nuestra comunidad es una plataforma para todas las ideas y una fuerza para el bien de la democracia”, dijo.

Tanto Facebook como Twitter o Reddit han sido señaladas con el dedo por su creciente interferencia en el resultado de las elecciones en EEUU, Francia, el Brexit. Los llamados “trolls”, en manos de consultoras o gobiernos, tienen capacidad para crear cuentas falsas y generar opiniones políticas ajustadas a los perfiles emocionales de los usuarios:

 "A lo largo del tiempo, las redes sociales se han convertido en instituciones, Más de 2,000 millones de personas utilizan Facebook. En otras palabras, Facebook ha cumplido su objetivo de conseguir un mundo más conectado. Pero en 2016, eso significó, entre otras cosas, conseguir que el electorado americano esté más conectado con los supremacistas blancos, las milicias armadas, los desarrolladores de "noticias falsas" de Macedonia y las micro-campañas publicitarias pagadas en rublos", escribe Andrew Marantz, reportero tecnológico, en un reportaje reciente para Thew New Yorker.  

¿Tiene alguna solución?

Los expertos debaten las posibles alternativas tecnológicas y empresariales que tiene delante Facebook para solucionar este problema e lograr ser más transparente. Entre ellos, Facebook podría imponer normativas más estrictas a  la hora de permitir que los desarrolladores de apps puedan probar sus aplicaciones en la red y extraer datos privados de los usarios. 

Pero el problema del mal uso de datos es un problema que se extiende a un nivel más amplio, más allá de la seguridad tecnológica, se trata de asegurar la "buena fe" de las compañías que operan en un mercado desesperado por obtener estos datos.

En una entrevista con CNN la semana pasada, Zuckerberg insistió precisamente en la necesidad de una mayor transparencia en Facebook y dijo que la compañía estaba abierta a que se aprobara algun tipo de regulación gubernamental similar a la impuesta para la televisión y los medios impresos.

"En realidad, no estoy seguro de que no debamos estar regulados", dijo a CNN. "Creo que la cuestión principal es cuál sería la regulación correcta, y no si deberíamos ser regulados".

Para Nathan Heller, columnista en tecnología de The New Yorker,  es una cuestión de responsabilidad social: “¿Qué significa responsabilidad social para un gigante tecnológico como Facebook?", se preunta.  “Realmente no hemos discutido los parámetros regulatorios, pero, en cierto sentido, los parámetros de responsabilidad son lo primero. En Silicon Valley, existe una tendencia a pensar en la responsabilidad social como algo que está en la cima de la plataforma: una misión o una base de servicios, o simplemente algo que usted hace con todo el dinero en efectivo sobrante”, escribe Heller.

“Me pregunto si, a través de los pasos en falso de Facebook, estamos llegando a un consenso sobre la idea de que la responsabilidad social es inherente al meollo de una plataforma en sí misma: cómo viaja la información, cómo se protege su transferencia y cómo se diseñan los algoritmos de la plataforma. Esa sería una noción muy diferente de lo que tradicionalmente se ha obtenido, sin duda a la vista del público. Creo que sería muy útil llegar a algo como una ética social de codificación".