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El racismo está en la mira/ PHOTO: PIXABAY

¿Está el racismo siendo sacudido de la cultura pop estadounidense?

El corazón de dos iconos de la cultura pop estadounidense, Papa John's y La pequeña casa de la pradera, ha sido tocado durante las últimas semanas, por…

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Puede que sí, que las cosas estén comenzando a cambiar. Quizás la corrección política sea el punto de partida.

El racismo institucional muestra su fuerza casi a diario y sus réplicas se sienten por todo Estados Unidos, con los seguidores ejerciendo su cuota personal de odio racial a sus anchas. Pero las respuestas también aumentan su contundencia. El racismo está en la mira y parece que su vigilancia comienza a sacudir el substrato de su arraigo en la cultura estadounidense.

A las manifestaciones de odio racial se está respondiendo con el poder de la resistencia colectiva. Lo vimos con Aaron Schlossberg. Poco a poco se van iluminando zonas oscuras.  Ahora se mira donde antes no se miraba. Se pone la lupa en lo que antes se consideraba natural. 

Dos íconos de la cultura popular estadounidense y anglosajona están tocadas en su estructura. Ocurrió en la últimas semanas.

El caso más reciente es la dimisión del fundador de la cadena de pizzerías Papa John's, John Schnatter. Su imagen estaba en todas las campañas comerciales de la franquicia, instalada en EE.UU. desde 1984 y expandida por todo el mundo, y su rostro aparecía en las cajas de las pizzas que se vendían a domicilio. Pero desaparecieron, reseñó el periódico El País, por orden de la compañía. 

El domingo pasado la cadena anunció esta medida y que se le había prohibido hablar con la prensa. En mayo, Schnatter usó the “N word” —nigger, la forma más despectiva de llamar a un afroestadounidense— en un curso de formación para ejecutivos. Tras el escándalo, Schnatter envió una carta al cuerpo directivo, según CNBC, en la que dice que lo provocaron para que dijera la palabra, cuando le preguntaron, durante la conferencia, si era racista o no. “Entonces dije que el Coronel Sanders [el de Kentucky Fried Chicken] usaba la palabra N (en efecto dije la palabra), que yo nunca usaría, y que Papa John’s no la usa nunca”. Schnatter pidió disculpas. Un comité especial de directores independientes le sacó su oficina en la sede central de Louisville, Kentucky. Según Sandro Pozi, el corresponsal de El País, la Universidad de Louisville también retiró el nombre del fundador de Papa John’s de la placa conmemorativa del estadio de fútbol americano de esa ciudad. La compañía ha sido uno de los grandes anunciantes del Superbowl en Estados Unidos.

El otro evento ocurrió en el mundo literario a finales de junio. La Asociación para el Servicio Bibliotecario a los Niños (ALSC en inglés) de Estados Unidos quitó el nombre de Laura Ingalls del Premio Legado de Literatura Infantil, por considerarla racista. Ingalls es la autora y protagonista del libro La casa en la pradera (1935) que dio origen a la famosa serie de televisión La pequeña casa de la pradera, con alta audiencia en los años setenta y ochenta. El premio se había creado hace sesenta años precisamente en su honor . Los miembros de la asociación votaron quitar el nombre de Ingalls del premio por considerar que su obra contiene “estereotipos” contra nativos estadounidenses y afroamericanos, que son “inconsistentes con los valores esenciales de la ALSC, de inclusión, integridad, respeto y capacidad de respuesta”, reseña el diario The Telegraph. En una edición inicial de la obra, dice el periódico, uno de los personajes se refirió a un asentamiento como un lugar “en el que no había gente. Sólo vivían indios” . Varios personajes pregonan que “el único indio bueno es el indio muerto”.

La decisión despertó críticas, como lo hicieron otras en el mismo tono: recientemente sacaron de las listas de lectura de las escuelas secundarias el libro Matar a un ruiseñor, que el Pulitzer Harper Lee escribió en 1960, porque usa la palabra nigger cerca de 50 veces. Los detractores sostienen que es imposible mantener la pureza de una obra que se ha escrito en su propio contexto histórico, y que su veto entraña censura.

Hay una figura de reciente creación en Estados Unidos, los 'lectores de sensibilidad'. Hacen un trabajo; cobran por hora o por manuscrito. Son personas que tienen la tarea de encontrar en las obras estereotipos raciales, de género, de clase, sociales en general, que puedan ser ofensivos. Los escritores o las editoriales los contratan antes de la publicación para que den su opinión, aunque no tienen poder de veto en la decisión final.

¿Cómo se pone la luz en la discriminación, tan naturalizada, sin que haya censura? ¿Cuál es la frontera con el linchamiento público?

Ta-Nehisi Coates, el autor del libro premiado Entre el mundo y yo, habla del racismo como una experiencia corporal, como una destrucción del cuerpo de quien es su víctima.  Coates resalta en el libro que él, en tanto minoría, nunca se vio representado en lo que leyó o en la cultura que consumió, de la misma forma que los blancos. Algo similar dice Dhonielle Clayton: que en todo lo que leía se buscaba a sí misma y no se encontraba. Clayton fundó la organización We need diverse books en 2014.

Quizás estas medidas, los primeros brotes del cambio, pueden parecer escandalosos para una sociedad acostumbrada a una manera hegemónica y casi única de mirarse. Tal vez la discusión deba encontrar el foco en lo que Coates y Clayton procura: que todos —la amplísima diversidad de Estado Unidos— puedan mirarse por igual en cualquier forma de expresión.