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Los símbolos y fotografías de Fidel Castro siguen presentes en la Habana y las principales ciudades de Cuba a 100 días de su desaparición. EFE

Cuba: cien días sin Fidel

Con un perfil más pragmático y reformista que su hermano, Raúl Castro ha abierto el país al capital extranjero y concedido pequeños espacios a la iniciativa privada para modernizar la anquilosada economÍa cubana, además de encaminar un relevo generacional en el poder.

De manera sorpresiva y sin rumores previos, al filo de la medianoche del 25 de noviembre, el presidente Raúl Castro interrumpió la programación televisiva para anunciar “con profundo dolor” la muerte de su hermano. 

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Con un perfil más pragmático y reformista que su hermano, Raúl Castro ha abierto el país al capital extranjero y concedido pequeños espacios a la iniciativa privada para modernizar la anquilosada economÍa cubana, además de encaminar un relevo generacional en el poder.

De manera sorpresiva y sin rumores previos, al filo de la medianoche del 25 de noviembre, el presidente Raúl Castro interrumpió la programación televisiva para anunciar “con profundo dolor” la muerte de su hermano. 

Fidel Castro había fallecido a los 90 años tras una década retirado del poder por una enfermedad intestinal. La noticia dió paso a nueve días de duelo nacional, en lo que los cubanos rindieron sentidos homenajes, lloraron y despidieron para siempre al Comandante.

Caravana de libertad

Al grito de “Yo soy Fidel”, miles de personas a lo largo de toda la isla salieron a las calles al paso del cortejo fúnebre con sus cenizas, un auténtico río de masas durante cuatro días en un recorrido desde La Habana hasta Santiago de Cuba. 

En su último viaje, los restos de Castro realizaron el trayecto inverso que un triunfal Ejército Rebelde liderado por Fidel realizó en enero de 1959, cuando derrocó el régimen del dictador Fulgencio Batista.

“El comandante sigue siendo el comandante y lo queremos mucho. Aquí todo va a seguir adelante porque los valores que nos enseñó aún perduran”, aseveraba Mariela, una santiaguera jubilada al paso de la comitiva con los restos del comandante por delante del Cuartel Moncada, escenario de la primera acción armada de la Revolución en julio de 1953.

“En independencia de las ideas, era un hombre admirable, respetable y querido por su pueblo, o al menos por la mayoría”, afirmaba en La Habana Leonel, consciente de que su figura también genera animadversión entre algunos cubanos que, sin embargo. en la isla no se hicieron notar demasiado.

Desde que sus restos fueran inhumados el pasado 4 de diciembre en el cementerio de Santa Ifigenia de Santiago de Cuba -cuna de la Revolución-, la estela funeraria con sus restos ha recibido un promedio de 2.000 visitas diarias, uno de los pocos lugares de culto al comandante que hay en la isla.

Según su voluntad de evitar el culto a la personalidad, se ha prohibido por ley usar el nombre de Fidel Castro para denominar sitios públicos o erigir monumentos en su memoria. 

Ese deseo póstumo contrasta con el aluvión de homenajes y dedicatorias al comandante en estos cien días desde su muerte. 

Los medios de comunicación estatales siguen dedicando numerosos espacios a elogiar su legado y todo evento político y cultural que ha acaecido en la isla -como la Feria del Libro de La Habana en la que se presentaron 24 títulos dedicados a él- se utiliza para ensalzar su figura.

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Cambios en la cúpula del poder

En el plano político la desaparición de Fidel Castro no ha implicado cambios en la cúpula del poder, que se prepara para un relevo generacional en febrero del próximo año cuando Raúl Castro, a los 86 años, abandone la presidencia del paîs.

Previsiblemente, por primera vez en casi seis décadas, Cuba no estará gobernada por un integrante de la familia Castro. Todo apunta a que el heredero de ese testigo será Miguel Díaz-Canel, de 56 años, “número dos” del Gobierno. 

Este hombre, forjado desde su juventud en el Partido Comunista, fue el designado en 2013 por Castro para sucederle.

Entonces asumirá el poder la segunda generación de la Revolución, aunque se da por hecho que Raúl Castro permanecerá como primer secretario del Partido Comunista hasta 2021. 

Eso dará lugar a tres años de “transición ordenada para que los cubanos se acomoden a ese recambio generacional”, explica el exdiplomático cubano Carlos Alzugaray.

Según este analista, en el corto plazo, el relevo de poder no supondrá grandes cambios en el país en esos años de “convivencia” entre la generación histórica de la Revolución y otras más jóvenes. 

Sin embargo, sí cree que la presencia de caras más jóvenes en la toma de decisiones implique una aceleración del ritmo -demasiado lento para muchos- de las reformas “raulistas”.

A un año de que el pequeño de los Castro deje la presidencia, 2017 será el año en el que se prepare el terreno para ese cambio. Están pendientes una reforma constitucional y una nueva ley electoral, que deberán anunciarse antes de las elecciones municipales programadas para finales de año, así como una reducción del número de diputados que conforman la Asamblea Nacional, el parlamento unicameral.

“Díaz-Canel asumirá el mando del país administrativamente, no ideológicamente. En este sentido Raúl Castro ha sido hábil porque ha encaminado una transición gradual de un gobierno con un mandato carismático e histórico, a un mandato institucional”, señala por su parte el disidente moderado Manuel Cuesta Moría.

Cuesta Moría lidera el proyecto #Otro18, que busca encaminar una transición democrática en la isla, pero desde dentro del sistema. 

Su objetivo fundamental se basa en unas elecciones libres, democráticas y plurales, pero tienen una agenda mínima con metas a corto plazo. 

Sus demandas son la eliminación de la comisión de candidaturas -que funciona a nivel nacional y provincial como filtro para eliminar a quien se postula fuera del Partido Comunista-, el establecimiento de una comisión electoral permanente e independiente, y que los cubanos puedan elegir directamente a su presidente.

“En los últimos años se ha dado un cambio de mentalidad en la sociedad cubana, que no se percibe mucho porque no hay grandes espacios públicos en los medios para que la gente exprese sus opiniones, pero uno lo nota en la calle”, indicó el portavoz de #Otro18.

Cien días después de la muerte de Fidel Castro, Cuba parece haber superado el trauma por la pérdida de esa figura que todavía ostentaba una fuerte carga simbólica y aglutinadora, pero se enfrenta ahora a la incógnita de ver qué ocurre dentro de un año, cuando la isla entrará en la era post-castrista.