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Grafiti en una calle de Madrid. Wikipedia
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Con letra de mujer

En librerías, galas de cine, películas, museos o series de televisión. Las mujeres feministas empiezan a dejarse oír en todo el mundo.

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Acoso sexual en el trabajo, discriminación salarial, sobreexplotación en el hogar… Las mujeres han dicho basta, y bien alto. En el mundo de la cultura, la educación y las artes – sea en EE.UU, Europa o América Latina- son cada vez más las mujeres que se dejan oír.

Uno de los principales ejemplos de feminismo en Europa es la británica Laura Bates (Oxford, 1986), creadora de la web Everyday Sexism Project, que durante sus seis años de existencia ha servido para dar voz a  mujeres anónimas del mundo entero y recopilar las experiencias de más de 100.000 mujeres sobre misoginia y desigualdad de género a su alrededor.  En 2016 este proyecto se convirtió en un libro traducido también al español (Sexismo cotidiano).

El logro de Bates, una “millennial”, es haber sabido poner en contexto las historias que le han hecho llegar mujeres de todo el mundo, de edades y condiciones diferentes, para constatar que el machismo sigue perfectamente instalado en nuestra cultura. Una de las estadísticas más llamativas recogidas en su libro es que el mayor deseo de las niñas es “estar más delgadas”, revelando que muchas mujeres siguen siendo prisioneras de sus propios cuerpos.

Otra reconocida autora feminista de origen inglés es Mary Beard (Much Wenlock, 1955). Su libro más reciente, “Women and Power”(“Mujeres y Poder”)-  publicado en diciembre de 2017 y en la lista de bestsellers de The New York Times - está considerado un referente en la literatura feminista. Beard, historiadora y autora de libros ambientados en la Grecia y Roma clásica, parte de una obra de referencia para la cultura occidental, “La Odisea”, de Homero, para rastrear los orígenes de la misoginia moderna, observa la periodista Eva Muñoz en un artículo publicado recientemente en La Vanguardia.

Beard expone en su libro que desde el momento en que el poder deja de residir en la fuerza bruta, atributo definitorio de la masculinidad por excelencia, éste pasa a depender de la voz o el discurso público. En "La Odisea" queda plasmado precisamente ese momento: cuando las mujeres son despojadas del poder al ser confinadas al ámbito doméstico, es decir, son silenciadas públicamente.

Desde Nueva York nos llega la voz de Chimamanda Ngzozi Adichie, a quien AL DIA dedicó hace seis meses un reportaje. Adichie, nacida en Nigeria en 1977, residente en Nueva York, se ha alzado como la voz feminista desde la periferia. Según Adichie, el machismo tiene mucho que ver con la cultura occidental. “Antes del colonialismo, en África occidental les mujeres tenían roles más complejos. Eran comerciantes, artesanas... Con la llegada del colonialismo victoriano, el lugar de la mujer pasó a ser el dormitorio y la cocina,” dijo Adichie durante una conferencia en Barcelona, el pasado octubre.  

“Cuando era una niña ya era muy consciente de esta doble moral entre hombres y mujeres, de los papeles diferentes que la sociedad asigna a cada uno,” dice la escritora, autora de dos ensayos breves sobre el tema: Todos deberíamos ser feministas y Querida Ijeawele: Cómo educar en el feminismo, ambos publicados en inglés y español por Random House.

 En Querida Ijeawele: Cómo educar en el feminismo, la autora- madre de una niña -  describe propuestas muy simples, como no llamar “princesas” a sus hijas y enseñarles que lo más importante en esta vida es ser honesto con uno mismo, y no gustar o complacer a los demás, y que casarse no es un “logro”.

También desde EEUU nos llega Jessa Crispin (Kansas, 1978), autora del manifesto Por qué no soy feminista, publicado en febrero de 2017. La tesis de Crispin, periodista y crítica literaria, es que el feminismo “está de moda”, se ha vuelto un movimiento político más, y ha perdido su poder transformador. Se ha vuelto inofensivo porque “quiere resultar aceptable para todos”. Y no es cierto, porque las desigualdades que afrontan las mujeres pobres son mucho más duras que las que padecen las de clase alta. Según Crispin, el famoso empoderamiento, lo único que hace es perpetuar la situación de desigualdad. Las mujeres ricas pueden “comprar” la igualdad, las pobres siguen inmersas en la misma marginación social.

La solución que propone Crispin es dinamitar el sistema, destrozarlo y volver a construirlo partiendo de unas bases de verdadero feminismo. “¿Por Qué No Soy Feminista?” es “una llamada radical a la revolución. Acusa al movimiento feminista de inconsciente, irrelevante y cobarde, y pide nada menos que un desmantelamiento absoluto del sistema de opresión“, según el comunicado de la editorial Lince, que publica este año el manifestó 

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