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El hijab define mucho más que un movimiento político extremista. Es también una forma de vivir.

¿A quién oprime el velo?

La identidad de las mujeres musulmanas parece ser ahora asunto de todos. Es momento de echar un ojo a la historia y preguntarnos qué hay de verdad y qué no en…

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El mes de marzo recuerda la lucha de las mujeres por la igualdad de posiciones, de oportunidades y de reconocimiento mundial, frente a una sociedad acostumbrada a la dualidad de géneros.

Mujeres en bikini, rubias, con pechos prominentes y una delgadez extrema, se han transformado en el estereotipo ideal, dejando de lado la multiplicidad de cuerpos, colores y culturas que alimentan el entramado real de identidades.

Una mujer musulmana es hoy por hoy fácilmente reconocible en la calle, y su identidad se ha transformado en un estigma. Muchos son los casos de discriminación que se suceden diariamente (como bien reporta la American Civil Liberties Union) y es un fenómeno que no distingue latitudes. 

En agosto de 2016, John Bingham exponía en su columna en The Telegraph, las complicaciones que enfrentan las mujeres musulmanas para encontrar trabajo, y en septiembre del mismo año Rana Elmir escribía en The Chicago Tribune cómo algunas veces los casos pueden ser mucho más agresivos. 

En Europa, el asunto del velo ha llegado a instancias legislativas, siendo Francia el primer país en prohibir el uso de velos completos, así como del “burkini” (formato del velo en traje de baño) en 2011, seguido inmediatamente por Bélgica. Entre el 2016 y 2017 Alemania, Inglaterra e Italia se han sumado a la prohibición del velo en lugares públicos y administrativos. 

Si bien estados laicos, como Francia y Turquía, han intentado mantener una homogeneidad en las políticas de manifestaciones religiosas, el velo y la mujer musulmana que decide portarlo se encuentran más que nunca en el epicentro del debate multicultural y la aceptación.

Siendo marzo el mes que reivindica la lucha femenina, hemos querido homenajear a esas mujeres que han decidido actuar en consecuencia de su Fe y de sus ideales, en un mundo occidentalizado, donde pareciera que la islamofobia fuera la barrera más grande para su desarrollo personal.

¿Quién teme a una mujer con hijab?

¿Quién se atreve a entender la diferencia?

 ¿Cuál profeta?

En el mundo occidental actual la diversidad de estas perspectivas y culturas parecieran haberse fusionado en un colectivo de personas que se reconocen a sí mismas en la calle de acuerdo a lo que nos han enseñado a mirar.

Ser hombre y mujer en el siglo XXI supone una gran cantidad de constructos culturales que nos definen y nos impulsan a redescubrirnos cada día, por la calle, en los ojos de los demás.

Muchos investigadores suponen que los eventos del 11-S marcaron una pauta histórica no sólo en la política internacional sino en nuestra cultura visual. Fue la primera catástrofe mundial percibida simultáneamente y en tiempo real por todas las sociedades globales. Fue la primera vez que una retaliación proveniente de Oriente se manifestaba en suelo norteamericano, generando una diatriba que escalaría con el progreso del siglo XXI.

Las consecuencias de tal evento se transformarían en los años siguientes en una batalla por el derecho a la identidad y la repulsión a los estereotipos generalizados.

La simbología que anteriormente nos remitía a un universo de cuentos e historias como Las Mil y Una Noches (el turbante, las sandalias puntiagudas, el desierto y los camellos), hoy en día nos dirigen inmediatamente al terrorismo, la guerra, Osama Bin Laden y la imagen estampada en nuestro inconsciente del derrumbe del World Trade Center.

Pero, ¿qué tanto se ha perdido? ¿cuánta realidad e historia se ha visto sustituida por una retórica política y de dominación? 

Es fundamental comenzar por entender que el Islam es la tercera Fe monoteísta más grande de Oriente Medio, y también la última en surgir, después del Judaísmo y el Cristianismo.

“Islam” significa “sumisión”, y sus letras se conjugan para formar también, en árabe, la palabra “paz”. 

Considerada una de las religiones más estrictas del mundo actual, sobretodo después de la estructuración de los grandes imperios económicos del siglo XX, realmente el Islam es una forma de vivir, y quienes se identifican con ella y quienes profesan su Fe por “Alá” se denominan musulmanes.

El ser musulmán es tanto un derecho de nacimiento como una decisión individual, y el único requisito es la declaración de Fe en Alá como único Dios o “testificación” (shahāda en árabe), que tradicionalmente reza “No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta”.

El pueblo árabe preislámico existía y se reconocía entre diversas tribus que abarcaban toda la península. Su devoción politeísta se bifurcaba hacia el respeto a varias entidades naturales que se acumulaban en la Kaaba o recinto sagrado que representaba el punto principal religioso de La Meca -sitio de peregrinación y por ende núcleo comercial-.

Fue entonces Mahoma (La Meca, 570) quien aseguró que Alá le había revelado la verdad sobre la Fe a través del ángel Gabriel, quien le encomendó librar al pueblo árabe de las falsas deidades desde Medina, y transformar la Kaaba en centro sagrado para Alá, El Único.

Cada una de las revelaciones de Dios a Mahoma se manifestaba de maneras diferentes (oralmente, en hojas de palmeras, trozos de cuero, etc.) y se reunieron en 114 capítulos (azoras o suras) que poseen versículos (aleyas), y que finalmente formaron el Corán.

Mahoma logró convertir a muchos de los hombres de las tribus cercanas a La Meca, quienes se sumarían a su ejército para conquistar a la fuerza a los “infieles”, lo que le permitiría el dominio de toda Arabia a través de un gobierno que determinaba el Islam como fuerza social, militar y religiosa que llegó a abarcar Persia, Egipto, Palestina, Siria, Armenia y el norte de África, incursionando incluso, y durante 800 años, en la península Ibérica.

Siendo el Islam la última de las religiones monoteístas y Mahoma el último de los profetas, su nacimiento no pudo desconocer la presencia de las otras religiones ni de los ciudadanos practicantes. El Islam reconoce al Cristianismo y al Judaísmo como religiones establecidas, así como también reconoce a los profetas, desde Adán hasta Abraham, y considera a Jesucristo como uno más de los enviados del Dios, único para guiar a su pueblo a una devoción que destruye la existencia de cualquier otra deidad.

Así pues, tradiciones como el ayuno, las ceremonias y los atuendos, les son particulares a más religiones que al Islam.

El Velo

Es curioso que pocas personas reconozcan que María, la madre de Dios, es siempre representada con un velo que cubre su cabeza, y que las mujeres que han recibido el “llamado de Dios” y adoptan los hábitos de la Iglesia Católica, también están cubiertas. Parece que ese símbolo nos es más cercano y resulta menos agresivo por su normalización.

Pero cuando pensamos en la mujer musulmana, automáticamente consideramos que el velo que ha decidido usar es un símbolo de opresión masculina y se ha transformado en ícono de una teocracia (modo de gobierno religioso) que supuestamente le ha declarado la guerra al mundo que conocemos como propio.

El velo no es una invención musulmana. Por el contrario las imágenes de mujeres veladas preceden a las tres religiones abrahámicas, pudiéndose encontrar imágenes de más de 2.500 años antes de Cristo.

El cubrimiento del cuerpo en la antigua Mesopotamia y en los imperios Persas, Bizantino y Griego era símbolo de respetabilidad y estatus social, y era determinado de acuerdo a la clase, rango y ocupación de la mujer.

De hecho, en la antigüedad, las mujeres esclavas y prostitutas tenían prohibido el uso del velo, so pena de serios castigos, pues la prenda diferenciaba a las mujeres respetables de aquellas que estaban “disponibles”.

En la religión Judía, el velo era un asunto de modestia que distinguía a la mujer judía de las demás, y era obligatorio en el momento de la invención de la Cristiandad.

Para la época de Mahoma, el velo ya se utilizaba en diversas tribus y religiones, y el término hijab no distinguía entre “cubrirse” y “cortina”.

Fueron los sucesores de Mahoma quienes recopilaron todos los dichos y las acciones el profeta, así como los relatos cercanos a él, en lo que se conoce como “hadiz” o “conversación”. Los hadices son la base de la Sunna, segunda fuente de la ley musulmana después del Corán, y cuya traducción literal es “conducta, manera de comportarse o costumbre”, y son ellas las que dictan las reglas sociales del musulmán.

Fue Mahoma quien por primera vez prohibió a sus esposas ser vistas por quienes le visitaban con frecuencia, así como ordenó a sus invitados a tomar distancia de ellas para protegerlas de los extraños.

La transformación paulatina de los dichos del profeta y las interpretaciones de los versos del Corán, enmarcarían la tradición del uso del velo en la religión musulmana.

Así pues la Sura Noor (Luz) en los versículos 30-31 del Corán establece el principio de ley del pudor, tanto sobre hombres como mujeres musulmanes y reza: “Di a los hombres creyentes que deben bajar su mirada y proteger su pudor, esto será una mayor pureza para ellos, y Dios está bien enterado de todo lo que hacen”.

“Y di a las mujeres creyentes que deben bajar su mirada y proteger su pudor, y que no deben mostrar su belleza y adornos, excepto lo que sea visible por sí mismo, que deben colocar sus velos sobre su pecho y no mostrar su belleza, excepto a sus maridos”, continúa.

El Corán no especifica que las mujeres deban cubrir más allá de su pecho, así como tampoco determina ningún tipo de castigo a la mujer que no se cubra.

Durante el principio del Islam, los musulmanes eran hostigados y perseguidos por quienes no creían y quienes les percibían como una amenaza a la estabilidad social. Es por ello que Alá dijo a Mahoma: “los que acosan inmerecidamente a los hombres y mujeres creyentes, llevan una calumnia y un gravísimo pecado. ¡Oh Profeta! Impón a tus esposas, de los verdaderos creyentes que deben poner sobre ellas sus prendas externas. Lo más conveniente es que puedan ser distinguidas y no acosadas. Y Dios es compasivo, misericordioso”. (Capítulo 33, versículos 58-59).

La transformación de las palabras de Dios recibidas por el Profeta es asunto de discusión, pues al parecer, el mensaje de la doctrina islámica quedó rezagada a asuntos más bien tribales, sin tomar en cuenta el verdadero y amplio sentido del hijab.

La moralidad y la modestia del musulmán va mucho más allá de la vestimenta. Es una manera de vivir independientemente del tipo de velo que pueda o no utilizar la mujer.

Asimismo, la rigurosidad y el tipo de velo que utilice una mujer musulmana puede estar sujeto a muchas variables.

 Tipos de Velo

Nazira Zain al-Din, una académica y escritora libanesa nacida en 1908, estudió y manifestó la realidad de la mujer musulmana, criticando las medidas que la sociedad árabe adoptó – tomando distancia del verdadero mensaje del Islam – para degradar y oprimir a la mujer.

Zain al-Din explora en su libro “Fe y Libertad: Los derechos de la mujer en el Mundo Musulmán” la realidad de la iconografía implicada a la mujer, afirmando que la moralidad y la consciencia van mucho más allá del velo, asegurando que no es un deber islámico de las mujeres musulmanas portar el hijab, sino una decisión individual.

Hoy en día, cubrirse se ha transformado en un manifiesto político por la soberanía de los países árabes, en protesta contra la intrusión occidental a los asuntos del oriente medio. El árabe ha sabido diferenciar siempre entre la supuesta misión de occidente por la “defensa de los principios de la democracia y la libertad”, de la realidad y los intereses económicos de explotación mineral que han sido siempre el hilo conductor de las invasiones militares durante el siglo XX y XXI.

El hijab es un nombre que conglomera varios tipos de velos, siendo el más popular en occidente. Consiste en uno o dos pañuelos que cubren la cabeza y el cuello, y suele ser muy utilizado por las mujeres musulmanas en el mundo árabe.

El nicab es un atuendo que cubre el cuerpo entero, la cabeza y la cara, dejando un espacio abierto para los ojos. Puede tener un formato de medio cuerpo y es el más utilizado en los países del Golfo, como Arabia Saudita, Bahrein, los Emiratos Árabes, Catar, Irak, Kuwait, Irán y Omán. El nicab ha sido objeto de conflictos políticos, sobretodo en Europa, tras su prohibición en países como Francia.

El chador, es una prenda de calle femenina que cubre el cuerpo entero y se cierra a nivel del cuello gracias a un alfiler. Cubre la cabeza y el cuerpo pero deja la cara visible, y es frecuentemente utilizada en Irán.

Y finalmente el burka, es el velo que cubre completamente el cuerpo, sin permitir la visibilidad ni siquiera de las manos, permitiendo que la mujer observe a través de una mantilla en forma de máscara que cubre sus ojos. Es frecuentemente utilizada en Afganistán y Pakistán, y se ha transformado en ordenanza gracias al régimen Talibán en la región.

El tipo de velo que utilice la mujer depende siempre de su decisión individual de utilizarlo, de la tradición familiar a la que pertenezca y de la región arábica de la cual provenga. La tradición dicta que la mujer debe comenzar a usar el velo una vez entrada en la pubertad, en presencia de varones adultos que no pertenezcan a su familia inmediata, aunque, como bien hemos recalcado, cada circunstancia es diferente.

Radicalizar nuestros prejuicios y sentencias sobre un asunto tan variable y con tanto debate, es hacer caso omiso de la empatía religiosa y omitir las similitudes entre el Islam y las creencias más cercanas a casa.

Si bien el Corán jamás ha obligado a una mujer a velarse, y el Profeta tan sólo hablaba de sus esposas al referirse a su vestimenta, el uso del velo por parte de la sociedad musulmana ha tenido que ver con la transformación del sistema religioso y la adaptación para intereses ajenos a la religión.

El velo puede ser considerado como un vehículo para distinguir la posición que ocupa la mujer frente al hombre en algunas sociedades, de la misma manera en la que otras creencias, como el Movimiento de los Santos de los Últimos Días, utilizan la vestimenta para diferenciarse y para hacer una declaración de su Fe.

Asimismo algunos sociólogos, como Caitlin Killian, afirman que el velo es una “herramienta para controlar el deseo sexual del hombre”, manteniendo la tentación fuera de vista.

El derecho a una forma de vivir

 En la actualidad las maneras de profesar la Fe, de vivirla y de adaptar el estilo de vida a una sociedad cuyo sistema político está íntimamente ligado a la religión, es un asunto que debe ser observado con varios lentes.

El velo y la decisión de usarlo depende de una multiplicidad de factores que pueden ir desde la manifestación política de una mujer ante lo que cree que es justo y lo que la identifica, hasta el sistema de opresión masculino en algunos (muy pocos, de hecho) territorios en el mundo.

Existen miles de mujeres musulmanas que no tienen necesidad de usar el velo para identificarse como tales, así como también existen miles de jóvenes millenials que han decidido usar un velo porque se identifican con lo que representa para ellas y para el núcleo del que provienen.

De una u otra manera, el mundo Occidental debe hacer frente a la realidad y a la libertad que es derecho de cada individuo de manifestar su Fe y su manera de vivir, sea cual fuere su creencia, viniese de dónde viniese.

Así pues, el Hijab dista mucho de ser un sinónimo de terrorismo u opresión, tanto como un crucifijo o la Kipá, y merece el mismo respeto que cualquier otro, pues no pretende irse pronto. Es sólo cuestión de ver la aceptación y la adaptación publicitaria que ha tenido el velo en los últimos años (en la última campaña de Nike para mujeres musulmanas deportistas, por ejemplo), para saber que el Hijab está aquí para quedarse. ¡Bienvenido!