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La líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi (c), discutió con jóvenes protegidos por la Acción Diferida (DACA) una estrategia que permita una legislación "limpia" que otorgue un estatus migratorio permanente a los "soñadores". EFE
La líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi (c), discutió con jóvenes protegidos por la Acción Diferida (DACA) una estrategia que permita una legislación "limpia" que otorgue un estatus migratorio permanente a los "soñadores". EFE

[OP-ED]: No hay ganadores en el debate de los Soñadores

Si Trump no cumple sus promesas de adoptar la línea más dura posible en cuanto a la inmigración y acaba llegando a un acuerdo para proteger a los beneficiarios…

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No está claro si se logrará un acuerdo para asegurar que los Soñadores, como se conoce a los inmigrantes que entraron de forma ilegal en EE.UU con menos de 16 años, puedan permanecer en el país. Lo que sí está claro es que, de cualquier manera, la fe de los estadounidenses en su gobierno recibirá otro revés.

Enfrentámoslo: Todo el que pensara realmente que aprobar una medida pequeña y limitada sobre la inmigración iba a ser tan simple como el acuerdo verbal al que llegaron el presidente Donald Trump, Nancy Pelosi, líder de la minoría de la Cámara, y Charles Schumer, líder de la minoría en el Senado, mientras cenaban juntos el mes pasado, se estaba engañando.

La verdad del asunto es que Trump está concentrado únicamente en despertar adoración por sus actos en el momento—para el público que resulte estar frente a él en ese punto—sin importar cuáles puedan ser las consecuencias. Sus promesas iniciales de extender protecciones a los que están cubiertos por el programa llamado Acción Diferida para los que Llegaron de Niños (DACA, por sus siglas en inglés), sin requerir un paquete de seguridad fronteriza que incluyera el muro, demuestra esa idea perfectamente.

Trump podría haberse sentido encantado momentáneamente ante la oportunidad de poder tender lazos hacia el otro bando y llegar a un trato. Pero cuando los conservadores se rebelaron, Trump se echó atrás, diciendo que no había ningún acuerdo finalizado por celebrar.

Ahora, entre la lista de exigencias del presidente, se encuentra crear un sistema de inmigración sobre la base del mérito que desfavorece la migración de familias en cadena, imponer obligatoriamente un sistema de E-Verify, y retener dinero de subvenciones federales para las llamadas “ciudades santuario”. Esos requisitos—a cambio de un trato para proteger a los 690.000 beneficiarios de DACA—alegraron a su base y prácticamente desmantelaron el trato para los demócratas.

Una descarga de ataques contra la lista de requisitos de Trump llegó pronto a los buzones de periodistas, describiendo la movida como cruel y manipuladora.

Randi Weingarten, presidenta de la Federación de Maestros, dijo en una declaración: “Esas propuestas son simplemente una repetición de los peores aspectos de la campaña anti-inmigratoria de Trump y de la utilización de los refugiados como chivos expiatorios—reafirmada, se supone, para convertir a los Soñadores en peones de un juego de poder. Por eso exactamente la gente odia la política de Washington D.C.: en lugar de resolver problemas como qué ocurrirá con ... los jóvenes estadounidenses cubiertos por DACA—quienes aprenden, trabajan y están totalmente entretejidos en el país que es su hogar—los tienen como rehenes en forma de hacer que nuestro sistema migratorio fallido sea aún peor”.

Es difícil no estar de acuerdo con lo esencial de la crítica de Weingarten, pero también se le reconoce demasiado a Trump. El ajedrez es un juego de visión, estrategia, planificación y ejecución precisa. Nada que haya salido de la Casa Blanca en los últimos ocho meses tiene el tufillo de la astucia necesaria para jugar al ajedrez y, menos aún, ganarlo.

En lo que Weingarten acertó es en que la gente desprecia a los políticos de Washington y ha perdido la fe en la capacidad de nuestras instituciones de ser eficaces.

Durante años, los estadounidenses han considerado cada vez más que el gobierno es poco fiable. La confianza pública en el gobierno alcanzó ahora un récord mínimo histórico, en que sólo un 4 por ciento de nosotros cree que Washington hará lo que es correcto “casi siempre”, y un 16 por ciento cree que lo hará “la mayoría de las veces” según el Pew Research Center.

Y el actual drama de la inmigración seguramente decepcionará a grandes sectores del electorado pase lo que pase.

Si Trump no cumple sus promesas de adoptar la línea más dura posible en cuanto a la inmigración y acaba llegando a un acuerdo para proteger a los beneficiarios del DACA de la deportación, su base se sentirá traicionada y se rebelará.

Si los demócratas toman la difícil decisión de aceptar algunos de los numerosos puntos de la lista de Trump a cambio de protecciones para este pequeño sector que forman los 11 millones de jóvenes inmigrantes que residen en Estados Unidos ilegalmente, habrá sin duda hostilidad dentro del partido y quejas de que “se ha vendido”.

Peor aún, si la amenaza de los demócratas de cerrar el gobierno sale mal, o si simplemente se retiran de todo acuerdo potencial, eso reafirmará que los líderes electos son impotentes para lograr avances en asuntos importantes.

De cualquier manera, la idea de que el gobierno está roto y que la culpa es del otro bando sólo aumentará la polarización política y lo que se está convirtiendo en una impotencia de ambos bandos.

La consecuencia de esta lucha de alta visibilidad por los beneficiarios de DACA será que—ya sea si estos inmigrantes que son los más jóvenes, más idealistas y más americanizados son rechazados o si se les permite quedarse en una especie de categoría imperfecta—todos perderemos.