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Hito cubano del béisbol queda oculto

El verano pasado, lanzador Aroldis Chapman abandonó la selección cubana en Europa, se declaró residente de Andorra, y ofreció vender sus servicios al mayor…

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El verano pasado, lanzador Aroldis Chapman abandonó la selección cubana en Europa, se declaró residente de Andorra, y ofreció vender sus servicios al mayor postor. Los Cincinnati Reds firmaron un contrato de seis años, $30,35 millones con el joven de 22 años.

Durante la rueda de prensa en enero, los reporteros hicieron notar que Chapman no conocía la historia de las grandes ligas (MLB por sus siglas en inglés) por lo que creció en un país que está desconectado del alcance publicitario de las mismas. Pero la llegada del desertor cubano a los EE.UU. también revela que la rica historia del béisbol cubano se mantiene desconectada de la narrativa que utiliza la MLB para vender sus productos.

El diario The Cincinnati Enquirer reportó que los Reds contrataron a los primeros dos cubanos de la MLB allá por el año 1911. El debut de Rafael Almeida y Armando Marsans no parecía tener más relevancia que el listado de la guía para los medios de los Reds que pone a Chapman como el 24avo cubano de la franquicia.

Pero Almeida y Marsans no son triviales. Hace un siglo, inspiraron el conducto de talento que atrae a jugadores de pelota de todo el mundo.

Casi el 28 por ciento de los jugadores de las listas del primer día del 2010 y listas deshabilitadas (DL por sus siglas en inglés) nacieron fuera de los Estados Unidos. Domina la República Dominicana, con 86 jugadores entre 750 en listados de 25 hombres y 83 en la lista DL o restrictiva.  Le sigue Venezuela (58), Puerto Rico (territorio estadounidense, con 21), Japón (14), Canadá (13), México (12), Cuba (siete), Panamá (cinco), Australia (cuatro), Taiwán (tres) y Colombia, Curaçao, Corea y Nicaragua (dos cada uno).

Durante la apertura, Chapman figuraba entre el 48 por ciento de jugadores de las ligas menores nacido fuera de los Estados Unidos. El 11 de abril, el zurdo de los Louisville Bats eliminó a nueve bateadores en 4 2/3 innings. Haciendo referencia del tiro con una velocidad de 101 millas por hora, un titular decía: “Chapman electrifica a Toledo en su debut en EE.UU.” (En cuatro comienzos AAA, ha ganado uno, perdido uno y fijó un promedio excelente de 1,29 carreras ganadas).

Y así continúa una tradición poco conocida. Antes de 1911, dos hispanos jugaron para universidades estadounidenses antes de aparecer brevemente en las ligas grandes. Andrian Burgos, profesor de historia de la Universidad de Illinois, y autor de Playing America’s Game: Baseball, Latinos and the Color Line, dice que Almeida y Marsans representaban “la primera instancia en que salieran de América Latina jugadores profesionales”.

Jugaron en las ligas menores entre 1908 y 1910. Aquel invierno, el gerente de negocios de los Reds imploró a su jefe que contratara al par después de verlos desempeñarse en la nación isleña. No eran jugadores de impacto. No obstante, dentro de una década, llegaron 12 cubanos más a las grandes ligas.

El mejor de entre ellos fue Adolfo Luque. Tuvo una carrera de 21 años mayormente jugando con los Reds.  En la Serie Mundial de 1933, “El Orgullo de La Habana” apareció entre los New York Giants para acabar con los Washington Senators. El propietario de los Senators, Clark Griffith, quien había sido gerente de Almeida y Marsans con los Reds de 1911, sin vacilar envió al reclutador Joe Cambria a Cuba.

Cambria se pasó los siguientes 25 años minando el crisol genético de la isla en busca de mano de obra barata. El primero que halló fue a Roberto Estalella. En 1935 los puristas del béisbol sospechaban que el tercera base regordete de los Senators era “parcialmente negro”, pero no sabían muy bien cómo clasificar al extranjero de habla hispana.

Un caudal de cubanos de varios colores fluyó por la organización de los Senators durante la siguiente década, atenuando la mentalidad convencional que decía que el béisbol jamás podría acomodar a “hombres de color”. En 1943, Cambria sabía lo suficiente para no contratar a Orestes Minoso. “Minnie” Minoso se convertiría en el primer “Negro Latino” de la MLB en 1949; dos años después que Jackie Robinson “rompiera” la barrera de color.

El mundo del béisbol sí que sabía la diferencia entre lo negro y lo blanco en 1911. Cuando Almeida y Marsans se sumaron a los Reds, un reportero del Enquirer escribió: “Permítanme presentar a dos de las barras de jabón de Castilla más puros que hayan bañado nunca nuestras orillas”.

La pigmentación oscura de Chapman, no es un problema, claro está. Al mirar videos del Clásico de la Serie Mundial del 2009 este pasado invierno, el técnico lanzador Bryan Pierce recordó ver “un brazo suelto y veloz que saltó del mismo video”.

Durante el entrenamiento de primavera, Price y el personal de habla hispana de los Reds no tenían ningún apuro por mejorar la mecánica de lanzamiento del muchacho. Sabían que Chapman no había tenido el beneficio de la capacitación cultural que se ha convertido en procedimiento operativo normal.

Los equipos de las grandes ligas ahora operan campamentos en la República Dominicana o en Venezuela donde los jugadores eventuales pasan un o dos años jugando pelota y aprendiendo inglés antes siquiera ser elegibles para una visa. Fuentes de la industria dicen que los equipos de la MLB gastan como $100 millones por año en la busca y el desarrollo de jugadores en países latinoamericanos.

Durante generaciones los latinoamericanos han llegado a los Estados Unidos con muy poco sentido de la historia que hizo posible su trayecto. Ya es hora que la MLB celebre su historia. Después de todo, el 2011 marcará el centenario del año en que dos cubanos le abrieron la puerta al futuro global del béisbol.