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El norte perdido

La decadencia del norte de Filadelfia empezó hace unos 80 años y no ha sido posible detenerla. Todavía  están frescas las flores y las lágrimas sobre la tumba…

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Además de las calles violentas, algo debe estar ocurriendo dentro de la institución policial para que eso esté ocurriendo. ¿Están reentrenando y equipando adecuadamente a los oficiales para luchar contra  una nueva clase de delincuentes de alta peligrosidad?

 La policía está para proteger a la sociedad y a las instituciones que la articulan, pero esa sociedad y esas instituciones tienen también la obligación de proteger a su policía.  No es enviando al sacrificio a los oficiales como se gana la guerra, de por sí ya perdida, contra la delincuencia. Cada policía muerto en la línea del deber no es sólo un hecho que deja orfandad, viudez y todos los demás dolores familiares, es también un duro golpe para las instituciones y para la sociedad en general.

Por supuesto que un oficial es consciente del peligro a que se expone, pero es indispensable tomar las medidas que sean necesarias para evitar que el Departamento de Policía sea la única institución que, en esta sociedad decadente, se está llenando de héroes muertos. 

Frecuentemente se señala a las leyes como las causantes de la tragedia y por lo tanto se afirma que cambiándolas el problema se arreglará. Eso no es cierto porque las leyes son una consecuencia no la causa.

El norte de Filadelfia fue el sector de la ciudad con mayor pujanza, prosperidad y riqueza desde finales del siglo XVIII hasta bien entrado el XX. Pero se fue en barrena hasta llegar a lo que es hoy, un gueto en el que malviven comunidades negras e hispanas. Un gueto que se convirtió en el nido de armas y drogas, las dos causas directas de esta tragedia.

En esta crisis económica que ha derrumbado a miles de empresas y tiene temblando a otras desde los gigantescos fabricantes de carros hasta bancos y corporaciones, ¿han leído en alguna parte o escuchado decir que los productores de armas están en crisis? Yo, por lo menos no he leído ni oído nada.

Aquí es más fácil comprar un arma que una medicina. Si usted va, con su licencia de conducir y su número de seguro social, a que le vendan un arma, así sea la más mortífera, se la venden. En cambio si llega a la farmacia con los mismos documentos en busca que una medicina de urgencia, no se la venden ni aunque se esté muriendo.

Ni hablar de las miles de armas ilegales que con toda seguridad están circulando por ahí. Y, como si fuera poco, las armas no sólo son una industria que mueve muchísimos millones sino que su fabricación y porte están respaldados por organizaciones que tienen un poder casi absoluto.

Ahora yo pregunto, ¿Alguien cree sinceramente, que la venta y el consumo de drogas pueden ser erradicados definitivamente? Si me lo preguntan a mí, mi respuesta es no.

Es ingenuo pensar que administraciones cada vez más débiles y empobrecidas, como la de Filadelfia, sean capaces de resolver el gigantesco problema de las armas y las drogas que, entre otras cosas, son problemas de talla internacional.

El mexicano Carlos Slim, el segundo hombre más rico del mundo, algunos dicen que es el primero, se refirió recientemente a la violencia brutal que sacude actualmente a México. Dijo que la causa y razón de ser de la guerra feroz desatada por las mafias en su país, está en los Estados Unidos porque aquí los narcotraficantes venden toda la droga que traigan y al mismo tiempo pueden comprar todas las armas de cualquier tipo que requieran.

De manera que mientras el norte de Filadelfia forme parte de esa cadena atroz que combina armas y drogas no hay esperanza de que las cosas mejoren, por el contrario, pueden empeorar. No es gratuito que, guardadas las debidas proporciones, sean México y Filadelfia los lugares donde más policías han muerto violentamente en los  últimos tiempos.