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Ciudadanía estadounidense y servicio militar: No olvide presentar el Formulario G-325B

Existe una enorme desconexión entre la burocracia de nuestras leyes de inmigración y nuestro deseo de honrar y compensar a quienes sirven a nuestro país.  Este…

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El día comenzó siendo prometedor y lleno de esperanza.  El cielo estaba
azul, el sol brillaba y todo parecía estar bien en el mundo, hasta que
empezó la entrevista de Ernesto.  Ernesto, un residente permanente
legal en los EE.UU., desde niño, finalmente había decidido tirarse al
agua después de 30 años y convertirse en ciudadano estadounidense.

A los 44 años de edad, Ernesto ya no podía mantenerse al margen y
permitir que otros decidieran el destino del país que lo había
formado.  Con la agitación económica y la opinión mundial de los EE.UU.
se encuentra en su punto más bajo, Ernesto sabía que era hora de
responsabilizarse y permitir que su sentir respecto a los EE.UU. fuera
contado mediante su voto.

Por lo tanto, llenó su solicitud y esperó ansiosamente su entrevista. 
Estudió las 100 preguntas sobre la ciudadanía metodológicamente y
cuando llegó el día de su entrevista para la nacionalización, aprobó
las preguntas escritas sin problema alguno.  Todo iba bien hasta que
llegó a la pregunta que aparece en la parte 10, E.29 del Formulario
N-400, el formulario de nacionalización.  La pregunta formulada es; 
¿Alguna vez ha servido en las Fuerzas Armadas de los EE.UU.?  Durante
la entrevista, Ernesto orgullosamente respondió “Sí”, pues de hecho
había servido a los EE.UU. como miembro de la marina de nuestro país
durante tres años.  De hecho, recibió el más alto reconocimiento por
parte de un comandante, quien escribió:

“En virtud de su atención demostrada hacia el deber, conducta militar,
respuesta a las órdenes, cooperación, lealtad y compañerismo, fue
seleccionado por sus compañeros de tripulación como el HONORMAN (hombre
de honor) para nuestra compañía.

Es con gran placer que lo felicito por su excelente ejecución durante
el servicio, la cual lo ha hecho acreedor de la admiración y respeto de
sus compañeros de tripulación y le expreso mis más sinceras
“FELICITACIONES POR UN TRABAJO BIEN ECHO”.

¿Por qué debería un servicio militar tal conducir a un problema? 
Desafortunadamente, mientras que el número de servicio selectivo de
Ernesto fue anotado en su solicitud de nacionalización, su servicio
militar no lo fue y, por ende, Ernesto no sabía (y la USCIS no pudo
informarle antes de su entrevista) que debía presentar otro formulario
de solicitud adicional con relación al Formulario N-400, la aplicación
de nacionalización normal si Ernesto esperaba ser nacionalizado después
de prestar servicio militar.

El entrevistador, uno de los mejores y más experimentados oficiales de
la USCIS en Filadelfia, hizo eco de la decepción de Ernesto cuando le
explicó pacientemente que, aunque la solicitud de Ernesto sin duda
sería aprobada, debido a que Ernesto no había llenado este formulario
adicional, el Formulario G-325B, el caso no podía ser aprobado ese
día.  El árbitro además explicó que el Formulario G-325B debía
registrarse primero ante el centro de adjudicación regional de la
USCIS, que luego lo enviaría a la rama del ejército en la que Ernesto
sirvió.  Dicha rama, a su vez, enviaría la información necesaria a la
USCIS para confirmar que Ernesto no tuviera antecedentes penales
durante su servicio militar.  El entrevistador también explicó que
dichos registros militares no están incluidos en el proceso normal de
permiso de seguridad y por ende el Formulario G-325B era un requisito
indispensable para asegura que e permiso militar fuera ordenado y
llenado.

¿Había  alguna manera de agilizar esta solicitud, se preguntó Ernesto,
especialmente con las elecciones de noviembre a la vuelta de la esquina
y con la fecha límite para el registro de los electores que se
aproximaba?  Lastimosamente, la respuesta fue “no”.  Sin embargo, lo
que se vislumbró claramente es que si Ernesto nunca hubiese prestado
servicio a su país adoptivo, su solicitud de nacionalización hubiera
sido otorgada ese mismo día y su voto hubiera contado en las elecciones
presidenciales de noviembre.

Decepcionado y triste, Ernesto salió del edificio de la USCIS,
limpiándose silenciosamente una lágrima que había empezado a formarse
en la esquina de su ojo.  Sacó el pecho, en postura militar, confundido
respecto a que el acto de su servicio a su país pudiera producir una
decisión tal. Era tan difícil entender la razón por la que, cuando
había servido a los EE.UU. voluntariamente, el sistema de permiso de
seguridad de la USCIS actual no le ofrecía ni podía ofrecerle una forma
en la que una USCIS dispuesta podía otorgarle la única cosa que
ansiaba: el derecho de que su voz fuese escuchada en las urnas en
noviembre de este año. 

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